Tequila: fuegos artificiales ochenteros que aún brillan en el cielo musical.

Fotos y video: Juan Girón Roger.
Siguen siendo grandes músicos. Estos argentinos demuestran una vez más “que veinte años no es nada” y medio siglo, tampoco. La banda de rock argentina Tequila abrió las celebraciones de la Hispanidad en Madrid. Fue en la Plaza Mayor, donde antaño la Inquisición celebraba sus autos-da-fé. Pero aquí no hubo flagelos ni escarnios al acusado, sino aplausos sinceros y una audiencia entregada al grupo musical.
Nacida en 1976 (cuando Rot y Stivel que aún no tenían 18 años llegaron a España huyendo de la dictadura de Videla en la Argentina), en principio, la banda se había despedido de la música en 1983, pero resurgió en 2003 para volver a colgar los hábitos en un concierto celebrado en el Wizink Center de Madrid en 2018: en 2019 lanzaron su último disco “Adiós Tequila en vivo”. Pero ya se sabe que partir es morir un poco y este grupo sigue vivito y coleando. Y no han llegado a organizar los incontables conciertos de despedida del malogrado Johnny Hallyday, que anunciaba su retirada y a continuación enlazaba con una gira que antecedía a otra.
El cantante-vocalista Alejo Stivel , tocado de su tradicional sobrero que le da un toque “noir”, fue desgranando los éxitos de la banda que sacudieron la España del tiempo de la Transición y Ariel Rot, su líder espiritual, brilló con sus solos de guitarra e incluso cantando un tema en solitario: “Sábado en la noche”.
Las letras de sus canciones son polémicas: familias disfuncionales en la que tienen a la mamá asesinada guardada en un armario (versión de “Mr. Jones o Pequeña Semblanza de una Familia Tipo Americana” de Charlie García), reivindicación de la rebeldía rockera (“Yo quería ser normal” … “pero acabó gustándome ser un poco diferente”), “Sábado en la noche”, “Me vuelvo loco”, “El barco” (reggae), “Rock and Roll en la plaza del pueblo”, “Dime que me quieres”, “Quiero besarte”, “Nena”, “Salta”, "Dime que me quieres" y varias más de su popular repertorio.
Tras la petición del público que no se quería marchar, concedieron un bis (“Salta”) y se despidieron, de momento al menos, con una salva de abrazos y besos que dirigieron a su casa eterna, la ciudad que los vio nacer artísticamente: Madrid.

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