NUEVOS CANALES DE INFORMACIÓN: VAMOS A CONTAR MENTIRAS.

Foto de apertura por cortesía de Markus Winkler en pexels.com
Fotos: Juan Girón Roger.
Cuando estudiaba Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense se nos dijo repetidas veces que la misión de un periodista es “formar, informar y entretener” a sus lectores, oyentes o televidentes. En ninguna página de los tratados del profesor Martínez Albertos se hacía saber que la misión del profesional del periodismo consistía realmente en “engañar, embaucar y manipular” a sus audiencias. Pero ya se sabe que las ciencias adelantan que es una barbaridad.
La Fundación Telefónica le dedica estos días una muestra a la “fábrica de mentiras”, a las “fake news” o noticias inventadas, mendaces y capciosas. Y créanme, esa lacra no nació ayer.
Los romanos ya difundían bulos y Terencio escribió que “una mentira atrae a otra”(por lo que es posible que Nerón no incendiase Roma mientras tocaba su harpa, que los excesos de Calígula no ocurrieran todos tal como han pasado a la historia, y que el circo romano no se cobrase la vida de los gladiadores cada vez que había un combate ). Ya en la Edad Media, la llamada Donación de Constantino I -un documento apócrifo, fabricado y más falso que un euro de madera, cuya creación dolosa se demostró en el siglo XV, que pasó por un decreto que reconocía como soberano al Papa Silvestre I, al tiempo que se recopilaba una serie de donaciones ficticias a dicho Papa: Roma, toda Italia, el resto del Imperio Romano-, lo que dio pie a la creación de los Estados Pontificios.
GUTENBERG LE DIO ALAS AL LIBELO
El fenómeno del lobo con piel de carnero cristalizado en la falacia para masas cédulas creció como una bola de nieve con la invención de la imprenta de Gutenberg (que facilitó la proliferación de libelos y noticias falsas desde el campo religioso y también del político), la aparición de la prensa sensacionalista (Hearst y Pulitzer haciéndose una feroz competencia cuya víctima fue la verdad : el infame Hearst envió a un dibujante a La Habana para denunciar las presuntas tropelías de los españoles en aquellas tierras, pero no encontró movimiento de independencia alguno. Hearst fue muy claro con él: “Tú haz los dibujos, que yo pondré la guerra”… y así, sus periódicos informaron que España había hundido al Maine: -“Oficiales navales piensan que el Maine fue hundido por una mina española”- y ello acabó provocando la declaración de guerra del gobierno norteamericano contra España) y el nacimiento de los totalitarismos de ambos signos ( el diario ABC en zona republicana informó del asesinato del general Franco el 4 de octubre de 1936 (habría cabido apostillar aquello de Juan Ruiz de Alarcón: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”).
La radio (recordemos la Volksempfänger, la “radio del pueblo” , promovida por Goebbels -quien consideraba que la radio era el octavo gran poder-, que solo emitía las noticias que la población debía escuchar según el criterio del Partido Nazi) y más tarde la televisión (evoquemos toda la propaganda y en especial el documental “Ojos sobre Saddam”, que pretendía demostrar la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq para justificar una invasión militar) también fueron vehículos de desinformación y propaganda de todo tipo.
Las noticias falsas no buscan informar de la verdad con fuentes contrastadas, sino tan solo logar impacto, visualizaciones, “likes”, volverse virales. Y fundamentalmente se fabrican en cinco etapas que aprovechan nuestra propensión a creer las noticias que conectan con nuestras emociones y confirman nuestras creencias.
Este tipo de contenido se disemina a través de redes sociales, pero también desde algunos medios tradicionales de desinformación. No llegan siquiera al ‘se non è vero, è ben trovato' y merced a la credulidad del respetable (que se lo traga sin pestañear con tal de que esté medianamente bien construido, lo impacte emocionalmente y coincida con sus ideas), esos ataques a la verdad causan estragos tanto en la integridad de la opinión pública como en el prestigio de los profesionales del periodismo.
LA FALSEDAD SE HACE FUERTE EN SU CALDO DE CULTIVO,
El historiador Marc Bloch escribió que “un error sólo se propaga y se amplifica, sólo cobra vida con una condición: encontrar en la sociedad en la que se expande caldo de cultivo favorable. En él, de forma inconsciente, los hombres expresan sus prejuicios, sus odios, sus temores, todas sus emociones”.
Deepfakes (manipulación de la apariencia facial mediante métodos de inteligencia artificial generativa profunda que se puede utilizar para desprestigiar a personalidades conocidas a través de redes sociales) , fake news, desinformación, descontextualización. Ésa es la artillería de los enemigos de la verdad.
La descontextualización se hace patente en imágenes como la que se hizo viral en Twitter con el expresidente Obama y Melinda Gates presuntamente reunidos en un laboratorio de Wuhan en 2015 para demostrar que el COVID-19 se había fabricado de forma intencionada. Lo cierto es que la foto se hizo en 2014, en el Instituto Nacional de Salud de Maryland. Nada que ver con aquella información inventada.
Las fotos se pueden alterar. Y no sólo con Photoshop. En la guerra de Iraq, se re-encuadró una célebre instantánea y así se escamoteó el brazo arrancado de una niña iraquí durante los bombardeos occidentales. En la URSS, era frecuente que personajes que se volvían persona non grata para el régimen se evaporaban de las fotos en las que antes aparecían. Muchas de esas imágenes las publicaba un diario con un título paradójico: “Pravda”( “Verdad", en ruso) . El gobierno nazi tampoco le hizo ascos a esta técnica, y en una foto de 1937 con el Führer, la cineasta Leni Riefenstahl y Joseph Goebbels, éste último fue eliminado de la composición. Otro ejemplo de libro es el de la foto de Yevgeny Khaldei, “Alzando una bandera sobre el Reichstag” (1945), que fue retocada para borrar uno de los dos relojes que el soldado soviético que iza la enseña de la URSS acababa de saquear a su llegada a Berlín.
Con todo este armamento para la falsificación, incluso podemos estar viendo por televisión ataques bélicos que se han fabricado mediante dispositivos como el G255 número 2 ( que se sirve de maqueta motorizada, ordenador, pantalla y webcam). Observaríamos, atónitos, los bombardeos en directo sobre la población y la destrucción generada por el croma, el fondo verde de la imagen.
El problema no es nimio. Para el Foro Económico Mundial, la desinformación es uno de los principales riesgos para nuestras sociedades. Para Reporteros sin Fronteras, “la diferencia entre lo verdadero y lo falso, lo real y lo artificial, los hechos y los artefactos se difumina, poniendo en peligro el derecho a la información”.
La mejor manera de enfrentarse a todos estos desafíos que llegan de la mano de las modernas tecnologías es tomarse a pecho la llamada "alfabetización mediática” y estar preparados para lo peor. Y es que las fake news, el deepfake y sus siniestros compañeros de viaje son hermanos del “phishing”, del “ransonware” y de todas esas estratagemas que nos bombardean casi a diario para hacernos actuar según los deseos de algún hacker fuera de la ley mediante el engaño, a menudo forzándonos a hacer click en un enlace que será nuestra perdición.
Para distinguir un “deepfake” (más abajo pueden ver dos, creados por Daniel Howe y Bill Posters, en el que el actor Morgan Freeman y el expresidente Trump cuentan despropósitos), la muestra de la Fundación Telefónica propone ocho factores que deben tenerse en cuenta antes de conferir crédito a la imagen de una persona famosa que nos está contando algo que nos choca.
Para el Parlamento Europeo, hay ocho pasos que hay que dar para tener alguna posibilidad de desmantelar la desinformación.
Curiosamente, una vez al año, hasta las publicaciones mas rigurosas se permiten difundir un bulo o una noticia falsa. Es el día de los inocentes, en España, o el “April’s Fool day” en el mundo anglosajón. Y es que la atención humana se ha convertido en un lucrativo negocio. Y hay que atraerla a cualquier precio.
ESOS NÚMEROS QUE NOS ESTÁN PERDIENDO.
Las cifras no mienten, más bien sobrecogen. El ciudadano medio dispone de un promedio de 9 aplicaciones en su smartphone y tiene más de 3 pestañas abiertas en su ordenador. La prensa se está quedando a la zaga, 95.000 búsquedas por segundo en Google frente a 230 noticias publicadas cada día en el New York Times, 240 posts en el Wall Street Journal y 500 reportajes en el Washington Post. Pensemos por un momento que, si cada segundo se envía más de 6.000 tuits, 700 publicaciones en Instagram y 740.000 mensajes de WhatsApp, el número de emails que viajan en ese tiempo por el éter asciende a 2.400 millones (y una persona suele tardar una media de 25 minutos en retomar la tarea que interrumpió para atender a un correo electrónico). Las redes sociales devoran nuestro tiempo. Y además, su contenido no es fiable. Y a expensas de la noticia (¿falsa? ¿fiable?), hemos dejado de leer para privilegiar las impresiones rápidas que, sumadas, se llevan una parte importante de nuestra agenda y reducen nuestra capacidad de concentración, atención (que va en declive, ahora ya se calcula en unos 8 segundos) y análisis. ¿Quién da más? ¿O menos?
Lo cierto es que, para frenar este cáncer, se hace necesaria una estricta regulación. De lo contrario, habría quien se plantease soluciones en la órbita de “matar al mensajero” (no me refiero al cadalso, sino a cerrar el medio que difunde la mentira, multar o encarcelar a la persona que propaga el infundio, despojar de credibilidad a quienes promueven el bulo). Ese concepto no es nuevo; nos llega desde los albores de la civilización judeocristiana, a finales del primer siglo después de Jesucristo (escribía Plutarco: “El primer mensajero que dio la noticia sobre la llegada de Lúculo estuvo tan lejos de complacer a Tigranes que éste le cortó la cabeza por sus sufrimientos”). La historia demuestra que la ley se cumple no porque se la respete, sino porque se temen las consecuencias de no hacerlo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jackeline Cacho, entre las mujeres latinas más influyentes de EEUU: "No podemos huir de los problemas"

Pablo Gonz: ¿Triunfar en la literatura comercial? Es posible, si te olvidas de los escrúpulos.

Vacaciones con el Expediente-X en la maleta