FITUR: escaparate de una industria que va a competir en desventaja

Texto y fotos: Juan Girón Roger.
Hoy comenzó en Madrid FITUR, la feria del turismo internacional. Este sector generó el pasado año, sólo en España, 2,5 millones de puestos de trabajo, lo que representa el 11,6% del empleo total. Se trata de una industria pujante que se resiste a doblarse bajo el peso de crisis como el COVID-19, las Vacas Locas (BSE) y e incluso las guerras.
Lo han confirmado los datos que acaba de publicar UN Turismo ( la antigua Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas), 1.400 millones de turistas realizaron viajes internacionales en 2024, lo que indica la práctica recuperación (el 99%) de los niveles anteriores a la pandemia: fueron 140 millones más de llegadas de turistas internacionales, debido a la fuerte demanda tras a la pandemia, el rendimiento sólido de los grandes mercados de origen y la actual recuperación destinos como Asia y el Pacífico.
Entre los cinco principales generadores de ingresos por turismo en el mundo, el Reino Unido (+40%), España (+36%), Francia (+27%) e Italia (+23%) registraron un considerable crecimiento en los primeros nueve a once meses de 2024, respecto a 2019.
En FITUR, Andalucía ha desplegado una potente campaña de captación de turistas ( en la feria del turismo árabe -Arabian Travel Market en Dubai- también suelen estar presentes explotando las mieles de Al-Andalus) . Otros países de turismo incierto se mostraban optimistas. Un representante del stand de Palestina me decía que el turismo iba muy bien en su país, con Jerusalén como primer destino. Le pregunté si los beneficios de esos viajes no irían a parar más bien a Israel, ya que este último tiene ocupado el territorio y lo considera su capital. Jerusalén es Palestina, me respondió. Por suerte el segundo destino turístico más popular es Belén, que sí es territorio palestino. Y otro país que se esfuerza por recuperar el turismo tras una sangrienta guerra es Iraq. El Departamento de Estado norteamericano tiene actualmente una recomendación publicada en su página de internet: “No viajen a Iraq debido a terrorismo, secuestros, conflicto armado, desórdenes civiles y la capacidad limitada del gobierno americano para asistir a los ciudadanos de Estados Unidos”. Con ese reclamo turístico, no debe ser fácil atraer viajeros a aquellas tierras. Con todo, el representante de una agencia basada en Bagdad me indicó que el turismo va viento en popa en su patria y que el destino favorito es Babilonia, orgullo de Mesopotamia, seguido de Bagdad, Karbala y el Kurdistán iraquí. Ya se sabe que las cosas dependen del color del cristal con que se miren.
Volviendo al mercado español del viaje, las perspectivas se presentan un tanto inquietantes, como lo han repetido últimamente fuentes del sector.
Y es que en el mercado turístico español conviven hasta cinco generaciones y la mayoría de las empresas son PYMES (perfil de empresa que supone más del 90% del tejido empresarial español). La digitalización es el gran reto para poder ser competitivas, pero ello implica una inversión que no todas ellas están en condiciones de asumir.
Mientras tanto, Marruecos y Grecia ya se han perfilado como los grandes competidores de nuestra industria turística. Juegan a su favor el regateo en precios a la baja y la normativa menos restrictiva: a diferencia de España, allí no imponen el registro de viajeros a hoteles, campings, apartamentos, autocaravanas, agencias de viajes y empresas de alquiler de coches sin conductor. En España, los datos que los clientes están obligados a facilitar son nombre y apellidos, sexo, DNI, nacionalidad, fecha de nacimiento, lugar de residencia habitual, teléfonos, correo electrónico, número de viajeros y relación de parentesco (en el caso de menores), así como los detalles de la transacción. Es decir, las empresas estarán obligadas a registrar y comunicar hasta 42 datos de los viajeros y las reservas.
Aquí, darle la espalda a conceptos como la protección de datos y el derecho a la intimidad puede volverse contra este sector y convertirse en todo lo contrario a un efecto llamada para nuestros turistas nacionales y extranjeros. Podría muy bien dar lugar a un “efecto espantapájaros” con tristes resultados para nuestra industria.

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