Los búlgaros eran el espejo ampliado de la ortodoxia estalinista.

Foto de apertura por cortesía de pexels-momchil-bankov.

Estuve en Sofía y en Rila en 1980. Bulgaria era un país donde se seguía el régimen soviético al pie de la letra. Muchas mujeres ni se afeitaban las piernas y entre la gente existía un espíritu profundo de funcionario al ralentí. La estatua de Lenin en Sofía era uno de los muchos símbolos comunistas del país.Las tiendas para turistas, los célebres korekon, vendían artesanía local, pero no estaban muy bien suplidas de material. Recuerdo que un vendedor me dijo desde el otro lado del mostrador de una de estas tiendas que no me podia vender la bandejita típica que le pedía porque era la últina que le quedaba y, además, estaba en el escaparate y éste no pensaba tocarlo. Todo lo contrario al espíritu comercial capitalssta, dipuesto a vaciar un escaparate si un cliente se encaprichase de lo que estaba a la venta.
Curiosamente, desde la invasión de los otomanos, los búlgaros asienten cuando niegan y mueven la cabeza de un lado al otro cuando responden afirmativamente. Dicen que adoptaron esa costumbre para no tener que renegar de Jesucristo cuando los turcos los obligaban a ello. 


Los dejo con el reportaje que publiqué en la sección "Carretera y manta", que coordinaba Arturo Pérez-Reverte,  en el diario "Pueblo", allá por 1983. Las situaciones paracen sacadas de un libro de Kafka o del diario del entonces héroe nacional comunista Georgi Dimitrov.





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