Pasando revista a las obras de teatro: critica, que algo queda.

 Siempre hemos leído que la crítica puede desencadenar el fracaso o provocar y realzar el éxito de las obras de arte. Esto se aplica muy especialmente al teatro. Recordemos que en muchos países, incluyendo España, el día del estreno se estilaba llenar una parte del teatro con la llamada "claque", personas que aplaudían a cambio de una gratificación económica y de acceder a la obra de forma gratuita. Eran los teatros o incluso los autores de las obras  los que a menudo estaban tras estas actividades poco espontáneas, cuyos practicantes  se reclutaban en bares próximos a los centros donde se representaban las piezas. También destacaban aquellos grupos de espectadores que pateaban y abucheaban la obra, quienes con frecuencia también eran remunerados por este estallido de indignación forzada ante la obra que el teatro competidor esperaba hundir. 

Pero el artículo crítico escrito apresuradamente esa noche y publicado al día siguiente suponía también el espaldarazo hacia el éxito o el empujón hacia el abismo. Ya  dijo el dramaturgo  George Bernard Shaw que  la crítica teatral aventajaba al suicidio es que, en el último, uno la toma contra uno mismo, mientras que en la primera, uno la toma contra otro cualquiera.  

El periodista Luis Calvo recordaba aquel tiempo pasado en la instántanea que me dejó en 1983 para "Su foto preferida", la sección de la tercera página del Dominical del "Ya". Un pedazo de nuestra historia dramatúrgica y periodística que se remonta a finales de los años 20 del pasado siglo. 




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