Prostitución callejera: ¿quién se queda con la "patata caliente"?

Foto de apertura, por cortesía de joan-oger de Unsplash
El barrio chino de Barcelona. Hace algunos años, el barrio alto de la Herrería en Vigo. Capitán Haya antaño, y las calles Desengaño y Montera, así como los polígonos de Vicálvaro, Villaverde y el de Marconi en Madrid. Todos esos lugares tiene algo en común. Son centros donde se alquila, que no se vende, carne.
La prostitución es un negocio, un negocio sucio pero que ofrece pingües beneficios a las redes que la manejan. Según la asociación nacional que agrupa a los locales de alterne, el volumen de negocio puede superar los 18.000 millones de euros al año, especialmente cuando, según datos del INE de hace ya 13 años, uno de cada tres hombres consultados reconocía haber sido cliente de las profesionales del oficio más antiguo del mundo y el mismo Instituto Nacional de Estadística decía en 2014 que la prostitución movía 3.672 millones de euros, con 600.000 trabajadoras del sexo detrás de esas cifras; aunque la Universidad de Valencia apuntaba más alto y hablaba de 18 millones de "servicios" anuales.
Un oficio sórdido e inseguro, lleno de peligros en cada esquina. La prostituta que sube a un coche con un cliente nunca tiene la certeza de lo que va a pasar ahí dentro ni de si va a volver de una pieza. Un anciana buscona, que hacía la calle en la Gran Vía en los años en que yo trabajaba en el programa "Crónica en Negro" de Radio Nacional, me confesó una madrugada algo que por evidente no deja de ser triste y amargo: "En esto, lo peor son los olores que tenemos que soportar". Cuestión de estómago.
Además del citado panorama, están los locales de alterne en carretra y los pisos de donde las prostitutas apenas pueden salir dentro de un círculo infernal de tráfico de seres humanos. A lo largo de los años, se ha hablado de volver a dotar a las profesionales de una cartilla, que permitiría controlar su estado de salud, pero la solución aun está por descubrir.
Los dejo con un reportaje que publicó el diario "Pueblo" en enero de 1984, que tomaba el pulso a la situación de este fenómeno en aquellos años en el corazón mismo de la capital de España.

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