Cuando viajar en Metro implica quedarse a esa distancia de la muerte... o salir con los pies por delante.

Foto de apertura por cortesía de Sonny Sixteen en Pexels.
Si nos dicen que mañana vamos a viajar en una de las naves espaciales que el millonario Richard Branson va a lanzar a Marte, es posible que pensemos en nuestra integridad física y en que podríamos correr un riesgo indeterminado y quizá no volver de esa excursión. El miedo es libre, ya saben. Pero si nos anuncian que mañana tomaremos el Metro para desplazarnos a un punto de la ciudad, en principio nadie se planteará si ese viaje va a ser el último de su existencia. A José Jiménez Calahorra posiblemente tampoco se le pasó por la cabeza la idea de que su viaje en metro acabaría mal. Y sin embargo, así fue.
Los dejo con el reportaje que publicó en julio de 1982 el diario "Informaciones" en dando cuenta de lo sucedido.
Indidentalmente, una mañana yo ví cómo atendían a una pobre señora en el andén de una estación de Metro. Estaba muy magullada ( y según me dijo acababa de salir de someterse en el hospital a una operacion de oído) y los vigilantes jurado la enviaron a su casa con buenas palabras y algunas vendas: me contó que estaba dentro del vagón del metro, que se había apoyado en la puerta de acceso un momento, cuando el tren echó a andar y el movimiento hizo que ella quedase sujeta por un brazo en el exterior... y fuese arrastrada hasta casi el final del andén, con lo que estuvo a punto de estamparse contra la pared en la que se abría el túnel.
Así que, de propina, aquí tienen el reportaje que relata qué le pasó en el Metro a aquella señora que había llegado a Madrid para operarse de un oído. Lo publicó el diario "El Imparcial", con foto de J. Antonio, en junio de 1980, dos años antes que el caso anterior.

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