Dubai: Cara y cruz de un crecimiento que no toca techo

Fotos: Juan Girón Roger.
Si Las Vegas es la ciudad donde nunca anochece ( debido a la iluminación de sus hoteles y casinos), Dubai es la ciudad que se permite todo lo que el dinero puede comprar.
¿Qué se le antoja esquiar sobre nieve sin salir de la ciudad? Una pista de esquí lo espera en uno de los muchos centros comerciales en la capital económica de los Emiratos Árabes Unidos que imitan el concepto de "mall" estadounidense. ¿Que es usted mujer y prefiere viajar en un vagón de metro sólo para damas? El metro de Dubai le cede el primer vagón del convoi, con las mejores vistas panorámicas, y los hombres no pueden pasar sin exponerse a una multa.
¿ Que quiere usted quedarse boquiabierto de asombro? Una visita al "edificio más bello del mundo" ( para gustos, los colores: la nueva construcción futurista en forma de anillo o de esponja agujereada -según se mire y se entienda- que alberga el Museo del Futuro ) o un viaje en ascensor a Burj Khalifa ( "la torre del Califa" que en principio se iba a llamar Burj El Arab , "la torre de los árabes", pero acabó imponiéndose el homenaje a la línea dinástica), la torre más alta del mundo (los saudíes anunciaron que iban a construir una aun más alta, pero han aparcado el proyecto). Y si no le inquieta la perspectiva de un ataque de tortícolis, puede caminar por las extensas avenidas -y mejor no las cruce, ya que no están pensadas para el peatón y los accesos para los viandantes son limitados- mirando hacia arriba esos edificios que no dejan de modificar la línea del cielo de la ciudad. La impresionante actividad constructora hace que aparezcan nuevos rascacielos como si se reprodujean por esporas.
Pero para que eso ocurra, hace falta mano de obra. Para que la gran máquina de Dubai siga latiendo se precisa el ejército de afganos, pakistaníes, filipinos, hindúes, iraníes, ugandeses, nigerianos, sirios, egipcios, que integran una cantera de 200 nacionalidades, porque los nacionales emiratíes representan sólo un 20% de los habitantes del país.
Los trabajos más humildes, los más duros los realizan estos "otros expatriados" ( a los que a veces el jefe retiene el pasaporte mientras están en plantilla o trabajando a comisión, como es el caso de algunos taxistas). En la parte de la ciudad que cubren los rascacielos, miles de estos trabajadores habitan barrios dormitorio que nada tienen que ver con las lujosas villas de aquellos que tuvieron la fortuna de nacer de padres emiratíes y contar con pasaporte de este país. Ése es el reverso de la medalla.

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