UN GUERRILLERO EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Comparto con ustedes este artículo que acaba de publicar "El Debate", pero con mayor profusión de fotos en mi propio blog.
Por Juan Girón Roger. Texto y fotos.
La octogésima primera edición de la Feria del Libro de Madrid se inauguró el 27 de mayo y permanecerá abierta hasta el 12 de junio). Esta feria literaria nació en el Paseo de Recoletos allá por el año 1933. Mucho ha llovido desde entonces. Guerra, posguerra, Transición, pandemias...

Lo cierto es que esta feria, cuyas casetas ocupan las editoriales más prestigiosas en castellano con sus autores de éxito firmando ejemplares para animar las compras, es testimonio del pulso literario del país.
Más de cuatrocientas casetas ofreciendo su última producción literaria, por encima de medio centenar de escritores firmando libros y la gente arremolinándose para ver a tal o cual literato con su pluma o bolígrafo en ristre, mientras los autores se estrujan los sesos por buscar frases que no suenen a estereotipo en sus dedicatorias.

Solo contra todos.
En medio de este fragor del combate literario cuerpo a cuerpo, un hombre se destaca, en un lateral que deja libre la fila interminable de casetas. Es un guerrillero de la Feria del Libro de Madrid. Sentado en una butaca de campaña y delante de una mesa de camping plegable que muestra sus últimas obras, solicita con su mera presencia la atención del viandante. “Legere aude: atrévete a leer - Yo también firmo mis libros”, reza su reclamo.
Se trata de Félix Salgado Morales, nacido en Ciudad Real hace 66 años y residente en Cáceres. Antiguo profesor de Secundaria de Filosofía, Félix se auto edita a través de Amazon. “Estoy aquí porque no todo van a ser las grandes editoriales”, explica. “Tengo tres obras publicadas. Las mandé a todas las editoriales, pero me respondieron proponiéndome un acuerdo de coedición, que suponía que yo tenía que pagar a medias con ellos los gastos de edición. Por un libro, me suponía desembolsar 5.000 euros. Y yo no dispongo de capital para sufragar esos gastos. Los libros físicos que tengo aquí a la venta, escritos por mí, los he comprado yo a Amazon”.
¿Fábricas de churros?
El problema es que tal y como funcionan las cosas, “el sistema excluye del proceso al creador, porque las casas de edición no quieren arriesgarse a perder dinero”, comenta Félix Salgado. “Hemos llegado a una situación en la que una editorial es como una empresa que vende churros, sólo le interesan las ganancias”. Y eso que Félix dedica una media de cinco años a documentar sus obras, porque como antiguo profesor, lo guía un afán didáctico y de compromiso con sus lectores. Sus tres obras hasta la fecha son “Judith” (“una versión personal del libro bíblico sobre Judith de Betulia”, señala) ; “Tierra y gusanos” ( “alusión al soneto de Quevedo que aseguraba que esos dos elementos eran lo que había dentro de incluso aquéllos que van vestidos de púrpura y lujo; y que tiene la particularidad de ser una de las pocas obras que cuentan la guerra civil española desde la óptica de un fascista filósofo y homosexual” ) y “El peso de una sombra” ( “basado en la cita de Píndaro que describía la vida como el título de esta obra”). A Félix Salgado Morales, la venta de cada uno de sus libros le deja un margen de ganancia de 60 a 80 céntimos de euro. Evidentemente, no escribe para hacerse rico.
La pandemia favoreció la venta de libros.
Mientras tanto, en la Feria se venden y se compran libros de todo tipo. El pasado año, se registraron cifras de venta que superaron los 9 millones de euros. “La pandemia nos ha ayudado mucho”, comenta un librero. “La gente se ha vuelto hacia los libros para refugiarse de la realidad. Con todo, editar libros sigue siendo una aventura muy arriesgada y no siempre rentable”, concluye.
El sol cae con ganas sobre los visitantes de la Feria del Libro, en el Parque del Retiro de Madrid (que alberga esta manifestación cultural-comercial desde 1967). Mientras tanto, sentados en sus respectivas casetas de madera, Juan Manuel de Prada; Fernando Aramburu, Consuelo Álvarez de Toledo; el rockero Loquillo; el disidente anticastrista Alberto Müller; el profesor de inglés del equipo de Richard Vaughn, Alberto Alonso; Paola Boutellier; la periodista Rosa Montero y otros muchos garabatean la primera página de sus libros ante la mirada devota de sus lectores.

Ha vuelto el placer por leer, el gusto de la lectura, en libros de papel o en libros electrónicos, pero algún librero comenta con fatalidad: “Ya casi no hay analfabetos en España, pero van creciendo los llamados analfabetos funcionales. Para ellos, leer un libro es lo último en su lista de actividades. Yendo más lejos, hasta el simple hecho de ver una película clásica se les antoja una pérdida de tiempo. Prefieren sus teléfonos móviles y comunicarse por acrónimos que se han vuelto convenciones del lenguaje”.

El burro sabe hablar, pero no pronuncia
Ése era un viejo chiste referido a un campesino que quería sorprender al visitante de la capital con la sabiduría de su asno. En esa misma línea, y salvando la distancia entre las especies, en España se ha pasado de tener un 15,02 por ciento de analfabetos mayores de 25 años en 1960 a un porcentaje del 1,62 por ciento en 2019 (según Fedea y epdata.es).

Pero el analfabetismo funcional es otro cantar. Entendemos esta condición como la que afecta a un individuo que, habiendo aprendido a leer y escribir, carece de las capacidades para leer, escribir o realizar operaciones aritméticas; conoce los procedimientos, pero no los comprende (según euston96.com). Es como quien sabe cómo tocar el violín, pero es incapaz de extraer un sonido armonioso del instrumento.
De acuerdo con la UNESCO, 73 millones de personas estarían afectadas por esta condición. Y los sistemas de estudios actuales y la prevalencia de la comunicación por Internet, que no exige un excesivo esfuerzo mental, están lejos de arreglar esta situación.
Sólo espero que nadie encuentre un día, caminando por la orilla de una playa cualquiera, una parte sobresaliente de la techumbre de la Universidad de Salamanca hundida en la arena, mientras los simios lo rodean para darle caza.

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