El lado oscuro de la multiculturalidad gala como alimento de las musas

Fotos: Juan Girón Roger.
Acabo con mis comentarios sobre París por una temporada. Prometido. Vuelvo mis pasos sobre Montmartre, la colina, su ambiente y esas cuestas no aptas para cardiacos.La ocupación de retratista al minuto, aquel que es capaz de inmortalizarle a usted o a su sobrina en 15 ó 20 minutos ( si se está quieto, claro) la representaron en el pasado personajes como Miguel Angel, Van Gogh, Van Dyck y tantos otros.Hoy existen aquellos retratistas que reproducen a lapiz o en lienzo la imagen que les damos en una vieja fotografía. Pero en Montmartre, pintan directamente, con el modelo delante y tratando de captar sus rasgos más representativos, según se trate de un retrato realista o de una caricatura ( cuyos protagonistas rara vez salen plenamente satisfechos).
Aquellos turistas que no se arredran ante escaleras diseñadas para hacer que se desista de la subida tendrán sus recompensa. Los artistas del pincel y del lápiz los esperan con ansia y no dudan en ponerse a la faena cómodamente sentados ante su modelo, o improvisando en una esquina de la calle, de pie y arriesgándose a acabar con la atención y la paciencia de sus clientes.
Empinadas escaleras para subir a Montmartre que no disuaden ni a los turistas montaraces ni a los sin techo y sus tiendas de campaña estratégicamente instaladas.
La Francia multicultural nos sale al encuentro
Caminando por sus calles, me llamó la atención el nivel de asimilación de sus barrios con la población autóctona de las antiguas colonias o de ciudadanos procedentes de otros rincones lejanos del planeta.
Así como pasearse por el barrio del Barbès le da a uno la impresión de adentrarse en las calles de alguna localidad norteafricana, o moverse por el Sentier te ubica en el equivalente del barrio judío de Nueva York, un paseo por el Bulevar de la Villette, que a fuerza de calcetín te puede llevar hasta el cementerio de Père Lachaise, te hace pasar por los alrededores de la plaza Stalingrad ( algunos llegaron a llamarla Stalincrack por el trapicheo de drogas que allí abunda) y enseguida ves a algún maquereau ( que además de "caballa", ese nutritivo pescado azul, se traduce como "proxeneta", ese lucrativo oficio semejante a la sanguijuela que succiona el beneficio de las mújeres públicas)de mirada oblicua. Son los chulos de las señoras orientales que hacen la calle en esta zona ( muchas de ellas, con edad de ser abuelas). Escuché cómo una de ellas negociaba con un cliente rehacio y le decía "¿Entonces aceptas por 50 euros?".
Es cierto que para cruzarse con prostitutas no hace falta viajar a París. Pero aquellas señoras,apostadas en las esquinas y chistando a los viandantes, me recordaron el triste espectáculo de las busconas que se veían hace 30 años en las calles de Macao, paraíso del juego y de la prostitución en China.
Antes, las péripatéticiennes, las prostitutas de a pie, trabajaban en barrios de París tales como Saint Denis, en el Bois de Boulogne, en Pigalle...
Hoy se adaptan a la clientela y la profesión más vieja del mundo va por barrios.
Pero todo esto no es nuevo. Como saben, la delincuencia ha ido de la mano con la Corte de los Milagros parisiense desde tiempo inmemorial. Y si nos acercamos en dirección al río Sena desde el Bulevar San Michel, hay una calleja muy estrecha que el ayuntamiento resalta como parte del París histórico, la "calle del gato que pesca", que destaca por ser la más estrecha de la ciudad (29 metros de larga por 1,80 de ancha). Se dice que en la Edad Media un alquimista y su gato fueron asesinados por unos estudiantes y que tanto el taumaturgo como el felino volvieron al lugar del crimen creando así una leyenda fantasmagórica.Como si fueran poco estas credenciales tan escasamente atrayentes para los supersticiosos, esa estrechísima vía gozaba además de una malísima fama. ¿Por qué? La frecuenctaban los "amigos de lo ajeno", los ladrones de monederos ( "coupeurs de bourses" se llamaban entonces), lo que la convertía en muy poco recomendable.
La mala vida también ha servido y servirá de musa a los dibujantes y pintores de Montmartre. Por eso, todo tiene su función y su "raison d'être" (razón de ser) en las calles de Paname, otro término argótico para designar la Ciudad de la Luz, París. Llevarse o no un buen sabor de boca siempre dependerá del gusto del consumidor.

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