Al cerrar Pueblo, ignoraron tanto a sus lectores como al proyecto de futuro de un periódico histórico

El primer número del diario Pueblo salió de la rotativa el 17 de junio de 1940. Pasó la posguerra, el desarrollismo, la transición, los gobiernos centristas y, con el régimen socialista, le llegó su fin, el 17 de mayo de 1984, cuarenta y cuatro años menos un mes más tarde.
El ministro de Cultura de Felipe González, Javier Solana, tomó la decisión de dar el cerrojazo a los medios de comunicación social del Estado y vender sus cabeceras a empresas privadas y regalar sus archivos y edificios a los sindicatos. La razón que dio Solana fue que el diario arrastraba fuertes pérdidas económicas y que por eso había que cerrarlo. Hablando de medios de comunicación social del Estado, ¿es que las cadenas de Radio Nacional de España y la televisión pública RTVE daban dinero? No lo creo. El cierre fue una coz a la historia del periodismo y un corte de mangas a los lectores que aún tenía el vespertino.
Hoy los dejo con algunos artículos que reflejan el pesar ocasionado por el fin de un periódico en el que, quienes trabajamos en él, nunca escatimamos horas de dedicación ni esfuerzo por llevar la noticia en su contexto, la exclusiva palpitante y la buena prosa. Informar, educar y entretener.
Al menos no nos echaron a la calle. Los periodistas de Pueblo, como los de las otras publicaciones de la red de medios de comunicacion del Estado, fuimos recolocados en ministerios y otros centros oficiales, en los gabinetes de prensa, en revistas sectoriales editadas por la Administración, o en cualquier otro cometido funcionarial con la categoría de personal laboral fijo. "¡Habrase visto: A estos les pagan por leer el periódico!", rezongaba un funcionario al vernos en el gabinete de prensa haciendo nuestro trabajo. Dos mundos diferentes y una misma empresa, papá Estado.
Y el último reportaje que publiqué en aquel diario, con una entrevista a un testigo de la República, con foto de Luis Zazo.

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