Orense, bajo la protección de las aguas termales milenarias

Fotos: Juan Girón Roger.
Le preguntaban a Rick Blaine ( el personaje interpretado por Humphrey Bogart en la película "Casablanca") que por qué había recalado en aquel polvoriento enclave marroquí. "Vine a tomar las aguas", respondía él. Si a ese tipo duro de celuloide en blanco y negro lo hubieran encontrado regentando el Rick´s Café Americain en Orense, su respuesta habría tenido todo el sentido del mundo.
Si bien hay quien dice que Orense carece del glamour de sus otras tres hermanas dentro de la comunidad autónoma gallega, lo cierto es que tiene mucho que ofrecer. No dispone de mar, pero cuenta con un magnífico río, el Miño. Orense, la ciudad más poblada del interior de Galicia, está respaldado por siglos de historia y además puede presumir de sus aguas termales, las que Rick se perdió al elegir con mal tino el emplazamiento de su bar.
La llaman "la ciudad del agua" y con razón. En el centro de la ciudad se encuentran las aguas termales de las Burgas, donde se fusionan sus orígenes romanos y la fuente neoclásica que muchos visitan cada día, botella vacía en ristre, para beber las aguas. Un orensano, ya entradito en años, me dijo que él bebía varios litros cada día y que, además de no haber sufrido jamás ningún tipo de dermopatía, nunca agarraba ni un triste catarro. Se trata de aguas fluoradas, litínicas, silicatadas, e hipertermales que manan con un caudal de 5 litros por segundo a una temperatura de 64-68 grados. Si se quiere experimentar más a fondo este universo delas aguas termales, están las termas de Chavasqueira, junto al río y a coste cero para sus usuarios, y las de Outariz, de precio muy asequible.
En lo arquitectónico, hay que destacar la catedral de Orense, del siglo XII, y dedicada a San Martiño. También su bien conservada plaza mayor, junto a la Casa do Concello ( ayuntamiento), la cárcel de la corona ( prisión episcopal del siglo XVIII cuyo nombre hace alusión a la tonsura que llevaban los reos), el puente romano que atraviesa el río, así como su parte moderna, la peatonal calle de Santo Domingo, llena de comercios y con esculturas urbanas que rinden homenaje al pasado de la ciudad y a sus gentes.
El mercado es curioso de visitar, sobre todo porque ahí se encuentra el único ejemplo -que yo haya visto- de máquina de "vending" que ofrece, no ya latas de refrescos, chocolatinas o sandwiches, sino leche de vaca recién ordeñada. Se compra una botella de cristal en otra máquina expendedora que hay al lado y, a continuación, se coloca en la máquina contigua y se llena con leche fresca.Una alternativa sin duda ventajosa para los productores que se ahorran el gasto de mantener una tienda abierta y sólo tienen que asegurarse de "recargar" la máquina expendedora y recaudar las monedas insertadas por los consumidores. Junto al mercado, hay un parque con elementos que rinden tributo a Fenosa y a la introducción de la luz eléctrica en Orense ( 14 de junio de 1895).No lejos de ahí, se extiende una calle en cuesta con tiendecitas de madera que ofrecen queso, empanadas recién horneadas y otros productos de la tierra.
Orense nos muestra otra cara de la Galicia interior. Menos turística, quizás más auténtica. El altruista Rick podría haber dicho a su pianista "¡Tócala otra vez, Sam!", pero, de haber estado en Orense, convendrán conmigo en que el ritmo de "El tiempo pasará" habría sonado menos a jazz y más a muiñeira o a foliada tradicional gallega.

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