Colonia, patria de los latinos germánicos

Fotos: Juan Girón Roger.
Siendo la urbe donde nació el agua de colonia, pueden preguntarse si sus calles despiden este olor. La verdad es que no. Pero el agua de Colonia es uno de los productos que la ciudad considera como patrimonio indiscutible, tanto como la bella Catedral gótica de dos torres de aguja, el Puente de Hohenzollern o el Museo del Chocolate.
Se dice de Colonia que es la ciudad más latina de Alemania. Los romanos la fundaron en el año 38 antes de Cristo y todavía quedan vestigios de aquellos tiempos. Allí nació Agripina, que se casaría con el emperador Claudio -que el británico Robert Graves tan bien describió en su libro biográfico- que fue quien convirtió este oppidum (colina fortificada) en ciudad y colonia romana con muchos más privilegios para sus habitantes.
Siempre sabrían cómo mantenerse con la cabeza por encima del agua. Durante la Guerra de los Treinta Años, los coloneses no dudaron en sobornar a las tropas de todos los bandos para que pasaran de largo en su avance devastador.
Con el devenir de la historia, Colonia sería francesa bajo Napoleón y luego prusiana y más tarde recobraría su estatus alemán, llegando a convertirse en una de las cuatro primeras ciudades alemanas que llegaron al millón de habitantes tras las Segunda Guerra mundial.
La ciudad es agradable y en primavera, sus moradores se lanzan a la calle a tomar el fresco. Por eso, los coloneses y visitantes ocasionales disfrutan dándose paseos junto a las márgenes del Rin, cuyas aguas surcan numerosos cruceros fluviales.
El que fue enclave crucial del Sacro Imperio Romano Germánico brilla hoy como centro cultural de Alemania. Uno de sus alcaldes, Conrad Adenauer (que llegaría a ser el primer canciller de la República Federal Alemana entre 1949 y 1963), creó allí en 1925 la mayor escuela de música del país y también consiguió que la empresa americana de automoción Ford abriera sus fábricas en la ciudad, creando empleo y prosperidad para muchos de sus residentes.
Colonia, la cuarta ciudad más poblada de Alemania (tras Berlín, Hamburgo y Múnich) refleja el ejemplo de una superación continua. Y también de una herencia de valor incalculable: la gran capacidad de adaptación de sus habitantes para salir indemnes de los caprichosos embates de la historia.

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