Arte rumano, en la Costa Azul: destellos de luz, contra las tinieblas del ayer.

Bucarest, la capital rumana, y Niza, la capital de la Costa Azul, se hermanan en el arte. Paisajes dispares y culturas semejantes logran que los opuestos se acerquen. Niza, con su ambiente provenzal, cosmopolita y bañado por el mar, y Bucarest, una ciudad que ha luchado por dejar atrás la losa gris de las edificaciones del antiguo Bloque del Este cuando regía sus destinos el dictador comunista Nicolae Ceaușescu y recuperar su carácter de urbe integradora, sus lagos, sus jardines naturales. También, se ha esforzado por abrazar su proximidad a los ríos Dâmbovița y al Danubio, lo que le otorga una impronta ribereña. Dos culturas distintas, que se han visto fusionadas en una exposición en el Museo Masséna, en la Promenade des Anglais nizarda, titulada “Bucarest, inspiraciones azules de Niza”.
Y es que Niza y sus colores han servido de inspiración a un grupo de artistas plásticos de Bucarest, que desde sus raíces latinas, influidas por el peso combinado de lo eslavo y de lo otomano, descubren reflejos de su visión artística en esta ciudad gala bañada por el Mediterráneo.
Se han podido ver obras de algunos de los principales talentos de las artes rumanas actuales: Francisc Chiuariu ( 1966), pintor muy reconocido en su país tras la caída del comunismo; Maria Negreanu; Aurel Tar (1973), que exhibió dos creaciones: su “Captain Pacifico”, un oficial de la Marina chilena al que utiliza como un símbolo de nuestro deseo por viajar, y “Psyché et l’Amour”, que se expone en el museo del Louvre en París; así como Lisandru Neamtu , con su velero representando “una geometría dinámica que se enfrenta al agua y a los vientos”, o Miruna Cojanu, que retrató al escultor, pintor y fotógrafo Constantin Brancusi, precursor del Modernismo (“La simplicidad no es una meta en el arte -había escrito él- , pero se llega a la simplicidad a pesar de uno mismo al acercarse al sentido real de las cosas”).
Miruna, gran admiradora de Brancusi, que desarrolló gran parte de su actividad artística en Francia, lo ha tomado como quintaesencia de su particular manifiesto para el arte. "El arte transforma siempre el espcio en salas de luz donde las personas se encuentran, se reconocen y se comprenden", escribe Miruna Cojanu. " El arte acepta el afecto de los que lo contemplan y se lo agradece. El Arte es un mundo de amor. El arte es compasión. El arte es aceptación. El Arte es tierno. El Arte ama y tiene confianza en la Humanidad.El Arte toma y brinda bondad a nuestra existencia.El arte abre los corazones a la experiencia de la cordialidad. El Arte conoce la verdad y la verdad es siempre bella , dulce y comprensiva. El Arte es Brancusi y Brancusi es puro amor. Mi Amor".
Retrato de Brancusi.
Sobre estas líneas, "Captain Pacifico" y "Psyché et l´Amour", ambos de Tar.
"Shade 7, I feel blue", de Chiuariu y "El velero amarillo", de Neamtu.
Más de 2.000 kilómetros y día y medio en tren separan Bucarest de Niza. Ésta despliega sus palacetes, sus hoteles de lujo, su riqueza, su oropel histórico del período italiano y también de su anexión a Francia, mientras que Bucarest arrastra la maldición de esos bloques grises de viviendas socialistas, de la antigua casa del pueblo -hoy Parlamento- que es el edificio administrativo civil más grande del mundo.La tristeza como cruel herencia frente a "la joie de vivre" nizarda.
El escritor rumano Mircea Cărtărescu explicó no hace mucho los estragos que un amargo pasado puede causar en el presente, por ejemplo, en “la imagen negativa de Rumanía, que se refleja también en la recepción de los escritores rumanos. Funcionan todo tipo de lugares comunes que todos conocemos. Somos el país de Drácula”. Estos artistas representados en el Museo Masséna han salido victoriosos del desafío inicial. A través de sus creaciones, han logrado disipar aquellas remotas tinieblas y rendir un tributo de fidelidad a esa purificadora luz de tonos azulados que, como un inmenso espejo, refleja el "Mare Nóstrum".

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