Espías con licencia para matar con paraguas letales y con cianuro (solo o con leche).

Fotos: Juan Giron Roger.
El espionaje ha servido de argumento para infinidad de novelas, películas y obras de teatro. ¿Qué es ser un espía? Tuve ocasión de conocer a algunos a través de mi actividad periodística: Ángel Alcázar de Velasco (admitía que había sido agente doble para el Eje y para los Aliados durante la segunda guerra mundial y escribió “Memorias de un agente secreto”), Otto Kumenius ( un agente del contraespionaje finlandés autor del libro “Espía para cinco países”), el ex agente de la CIA Philip Agee convertido en "persona non grata" para esos servicios cuando comenzó a denunciar abusos y tropelías cometidos en Hispanoamérica, algún agente del CESID ( Centro Superior de Información de la Defensa, que estuvo operativo entre 1977-2002 ), algún agente de la Benemérita que había estado infiltrado en medios etarras, y también al agregado militar de la Embajada Soviética en Madrid a comienzos de los años 80 (“Para denostarnos, en Occidente se habla mucho de deportaciones a Siberia, pero en realidad aquella zona es famosa por ser un centro vacacional”, me dijo sonriendo sin rubor).
En CaixaForum de Madrid nos proponen una exposición sobre este apasionante tema. La han titulado “Top Secret” (“alto secreto”) y hace un recorrido por la historia, se adentra en la Guerra Fría y el antiterrorismo, y navega por el universo de esos hombres y mujeres que antaño llamaban gente “de capa y daga”.
Angel Alcázar de Velasco, agente doble.
Uno de los libros autobiograficos de Alcazar de Velasco.
Otto Kumenius ( Diario de Mallorca).
Libro autobiografico de Otto Kumenius.
El antiguo agente de la CIA en Centroamérica Philip Agee.
La simulación permanente, la noción de que las paredes oyen, el concepto de patriotismo que todo lo justifica y la obediciencia ciega al ideal o al sobre con billetes de curso legal se funden en un todo de ribetes literarios. Las apariencias engañan. Incluso la geografía imaginada tuvo un papel en todo ello, como lo demuestra el que, a comienzos del 1918, el Estado Mayor galo puso en marcha la construcción de un falso París, en el valle del Oise, mediante la fabricación de monumentos ficticios que se iluminaban por la noche con objeto de despistar a los alemanes durante sus incursiones aéreas nocturnas.
La araña conocida como “la lámpara arco iris”, diseñada por el galés Gerth Wyn Evans en 1958, y con cristal soplado por maestros de cristaleros de Murano, cuyos parpadeos de luz se traducían en mensajes tipo Morse que podían ser captados al otro lado del Atlántico.
La máquina soviética electromagnética “Fialka” ( “violeta” en ruso) de 1956 permitía llevar a cabo comunicaciones cifradas . Mejoraron la célebre máquina alemana Enigma de 3 ó 4 rotores -cuyo código sería descifrado por el británico Alan Turing que así logró acortar la contienda un par de años-, creando un mecanismo de 10 rotores. La “Fialka” del KGB (servicio de contraespionaje e inteligencia interior de la URSS, que sería reemplazado por el FSB) mantuvo secreto su código hasta 2005. Como dato curioso podía generar 500.000 millones de códigos y quienes la operaban debían firmar un contrato que les prohibía viajar fuera de la URSS durante dos años.
El libro “El milagro del profesor Wolmar” contenía la clave secreta del sistema de encriptado del GRU (servicio de inteligencia militar ruso) y fue utilizado por la red de espías soviéticos Orquesta Roja del GRU para encriptar mensajes entre 1937 y 1942.
El verdadero vil metal: monedas con compartimentos secretos para microfilmes y micropuntos ( rublo, dólar, 50 céntimos de euro) .
James Mason bordó su papel como agente infiltrado en "Operación Cicerón", de Joseph L. Mankiewicz , un clásico del género cinematográfico de espionaje.
Entre los sistemas y dispositivos utilizados por el bloque del Este, destacaban algunos muy ingeniosos y mortíferos en sus consecuencias:
Como muestra, unos cuantos botones: el centro de reprografía Neper del KGB y del GRU, un sistema fotográfico portátil que permitía reproducir documentos diplomáticos de alto secreto. El Paraguas Búlgaro ( KGB, 1980). En su punta hay un balín microscópico envenenado con ricina. El disidente búlgaro Giorgi Markov lo sufrió en propias carnes y, tras sufrir una altísima fiebre, cayó en un coma irrecuperable (La República Popular Búlgara – "más papistas que el Papa" en el credo soviético- fue célebre por este método expeditivo. Yo estuve en Bulgaria, en viaje de prensa, en 1980, ¡por suerte era verano y nadie llevaba paraguas!). El Maletín -nada que ver con el de Mary Poppins- de la Stasi ( Ministerio para la Seguridad del Estado de la República Democrática Alemana) para realizar fotografías clandestinas (cámara Robot Star 50 especial e iluminador infrarrojo Elgapress). El bastón de invidente con cianuro y su antídoto (KGB, 1955). Así como también la Cámara Zenit ES Photosniper (fusil) FS-3 (KGB, 1968) para tomar fotos a larga distancia.
Durante ambas guerras mundiales, muchos artistas emplearon su libertad de movimiento para realizar misiones para los servicios de inteligencia. La fallecida Joséphine Baker pasaba información clasificada a la resistencia francesa (a la Oficina Central de Inteligencia y Acción, por sus siglas BCRA) por lo que hoy descansa en una urna en el Panteón de París. La alemana Marlene Dietrich, cuyas piernas se aseguraban en millones, tampoco les hizo ascos a las misiones de espionaje, por lo que estuvo pasando información de los alemanes a la Oficina de Servicios Estratégicos de EEUU (OSS) durante la Segunda Guerra Mundial. Peor fortuna tuvo la holandesa Margaretha Geertruida Zelle, conocida como “Mata Hari”, que fue bailarina de “strip tease” y agente doble en la Primera Guerra Mundial: los alemanes dejaron saber que trabajaba para ellos -sus informaciones mundanas no les servían de mucho- y los franceses la detuvieron, orquestaron una farsa de proceso criminal y la fusilaron en la fortaleza de Vincennes el 15 de octubre de 1917. Años después, se aportaron evidencias de que habría sido inocente, pero en aquellos momentos, Francia necesitaba una víctima para justificar sus fracasos bélicos, y le venía muy bien una cabeza (“cabeza de turco”, podríamos decir) más que hacer rodar.
Mata Hari, por Andy Warhol.
“Mata Hari” fue reivindicada por el cine. Y Greta Garbo, entre otras actrices, supo encarnarla aportando altas dosis de misterio y gélida sensualidad que contribuirían a modelar el concepto de “sexpionaje”.
Edwige Feulliere y Eric von Stroheim (“el hombre a quien le encantará odiar”) en “Au Service de la France”(1937)
El director de cine Fritz Lang y su esposa Thea von Harbou ( la misma que escribió “Metrópolis”) redactaron en 1920 el guión de “Los espías”. Se basaba en un caso real cuyas consecuencias llevaron a los británicos a romper relaciones diplomáticas con la URSS debido a un caso de infiltración comunista en una empresa comercial en el Reino Unido. Lang y Von Harbou adaptaron la historia y crearon el personaje de la espía Sonja, cuya misión era sonsacar al Estado mayor alemán en favor del diabólico Haghi, un espía guiado por el fanatismo. Tal fue el éxito de esta cinta que la llamada “mejor espía soviética” ( Ursula Kuczynski, alias Ruth Werner) tomó el nombre en clave de Sonja/Sonya para sus osadas misiones relacionadas con el robo de secretos atómicos a Occidente.
Se busca por asesinato. Hablar sin pensar cuesta vidas (1944, Oficina de Información de la Guerra)
Sé discreto. Ella no es tan imbécil. La charla descuidada cuesta vidas (1939-45, H.M. Stationery Office. El cartel fue controvertido por su carácter sexista y levantó críticas contra el gobierno laborista británico.
Ian Fleming, creador de James Bond, y el escritor John le Carré fueron ambos miembros de los servicios de inteligencia. Sus historias en el cine y la literatura ponen de manifiesto que con frecuencia aquéllas se emplearon como un arma más de la Guerra Fría, mostrando la opulencia de Occidente frente a las privaciones del bloque del Este.
La Knowledge Box ( Máquina del Conocimiento) existió. La ideó Ken Isaacs y parece que a la CIA le interesó enseguida. No demostró su eficacia, pero en la película “The Ipcress File”( “Ipcress" ( Induction of Psychoneuroses by Conditioned Reflex under Stress o Inducción de Psiconeurosis por Reflejos Condicionados bajo Estrés), el espía británico Harry Palmer ( Michael Caine) logra evitar que le laven el cerebro clavándose una alcayata en la mano. En este caso, el dolor físico vence al dolor psíquico.
Conrad Veidt ( el sonámbulo Cesare de “El gabinete del doctor Caligari”) y Vivien Leigh (la señorita Escarlata de “Lo que el viento se llevó”) en “la mujer enigma” (1937)
Postizos y maquillaje eran utilizados por los agentes de la Stasi, lo que los convertía casi en actores improvisados que se cambiaban de disfraz en los aseos de una cafetería para mantener el anonimato y asegurar la eficacia del seguimiento a los ciudadanos. Era como los super héroes del partido que entraban en una cabina telefónica y, en lugar de salir volando con el traje de Superman, salían transformados en ancianos o en bigotudos individuos con gabardina, sombrero, paraguas y sospechoso maletín.
Eddie Constantine y Anna Karinna en “Alphaville”, de Jean-Luc Godard.
Traje de James Bond utilizado por Daniel Craig en una de sus películas.
Al margen de la muestra de CaixaForum, me viene a la memoria el Museo del Espía Alemán, sito en la berlinesa Leipziger Platz 9, brinda al visitante cientos de artefactos históricos en “Berlín, capital de los espías”. Plantean una inquietante pregunta: “ ¿Quién sabe más acerca de usted: la Stasi, la NSA (National Security Agency), Facebook o Miles and More (programa de acumulación de millas aéreas para fidelizar a viajeros frecuentes)?”. Estas son algunas de las piezas que pueden contemplarse en el museo alemán:
Lápiz pintalabios pistola. Cámara en sujetador.
De izquierda, a derecha: 1/Fotosniper para toma de fotos a larga distancia. 2/Máquina Enigma, que codificaba los mensajes del espionaje alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
De izquierda, a derecha: 1/Máquina para encriptar Cryptex ideada por el escritor Dan Brown para su libro “El Código Da Vinci” y realizada por el artesano Justin Kirk Nevins en 2004.2/Guante pistola. 3/Capturador de olores de la gente, desarrollado por la Stasi desde 1974: frascos que contenían un algodón impregnado con el olor de la persona y el número de identificación individual de 12 dígitos que cada ciudadano de la República Democrática Alemana tuvo asignado desde 1970.
Los mecanismos de la muerte han sido utilizados con frecuencia por los servicios de inteligencia. A ambos lados del espectro político.
El lado soviético posee una larga historia de fallecimientos programados de varios de sus disidentes políticos. De hecho, un bioquímico soviético, Grigori Moiseyevich Mairanovski, fue conocido en el período estalinista como “el Profesor Veneno”. A él le cabe la gloria de haber fundado el primer laboratorio toxicológico en 1920, bajo la supervisión directa de Lenin: allí se realizaban experimentos con los prisioneros en lugar de ratoncitos blancos. El objetivo era determinar qué compuestos mataban más y mejor (de hecho, también lo llamaron “el Mengele soviético”, verdadero pionero de estas prácticas de la biología y la química puestas al servicio del mal). “El Profesor Veneno” participó en el asesinato del ex guardaespaldas de Trotski y del arzobispo ucraniano Theodore George Romzha, entre otros muchos.
Recordemos a algunas de las víctimas dentro de las páginas negras del asesinato por decreto.
En 1959, Stepán Bandera, un nacionalista ucraniano, deja este mundo merced a una pistola de cianuro oculta en un periódico (¿sería el Pravda?). Ya les mencionamos al disidente búlgaro Georgi Markov, que pasó a mejor vida en 1974, mientras esperaba plácidamente junto a la parada de un autobús en el Reino Unido: alguien le pinchó con la punta de un paraguas envenenado.
En 2006, a otro disidente, el periodista, activista y exespía Aleksander Litvinienko, le sentó mal un té que acaba de beber: se lo habían preparado a base de polonio 210, básicamente un cóctel de agentes neurolépticos y plaguicidas que dan como resultado la muerte por envenenamiento radiactivo. Y en 2018, Sergei Skripal, exespía ruso, ingresó en un hospital en estado crítico tras estar expuesto a una sustancia desconocida. Fue en 2020 cuando Aleksei Navelny, opositor ruso, fue envenenado con el agente químico nervioso novichok, que había sido desarrollado en la URSS entre 1970 y 1980 del pasado siglo.
Pero la sangre no sólo salpicaba -o rociaba como una tromba de hemoglobina- a la hoz y el martillo. En 1953, los americanos frieron en la silla eléctrica al matrimonio formado por Julius y Ethel Greenglass Rosenberg. ¿Su crimen? Fueron acusados de espiar para los soviéticos. Philip Agee, al que entrevisté hace años, denunció que la CIA practicaba técnicas "contrarrevolucionarias" para masacrar indiscriminadamente a la población civil en El Salvador (lindezas como añadir polvo de cristal al trigo molido) y algunos autores ven la mano de la CIA y el FBI en determinados magnicidios.
Hay otro caso que pone en evidencia lo larga que puede ser la mano negra de los servicios de inteligencia. Nos referimos al del líder palestino Yasser Arafat, muerto en 2012 como consecuencia de haber sido expuesto a polonio 210, según certificó el Instituto de Radiofísica del Hospital Universitario de Lausana. ¿A quiénes estorbaba aquel hombre que agonizó durante varias semanas en su casa de Ramala, donde llevaba cerca de tres años cercado por los israelíes? Arafat tenía muchos enemigos, dentro y fuera de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina). Y los servicios secretos a menudo cumplen encargos que benefician de una u otra manera a las potencias para las que trabajan.
El verdadero rostro del espía no siempre se corresponde con el del bronceado galán al volante de un Aston Martin tuneado. Si creemos al exespía John le Carré, “ el trabajo de espionaje tiene una sola ley moral: se justifica por los resultados” y también que los espías “hacemos cosas desagradables para que la gente corriente, aquí y en otros sitios, pueda dormir segura en su cama por la noche” (de “El espía que surgió del frío”, 1963 ) . Para algunos desafortunados, según en qué dirección sople el viento, esa seguridad puede convertirse en el sueño eterno.

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