Sombras recobradas del Madrid de los años 20.

Recuerdo un antiguo programa de TVE que recuperaba películas mudas y las programaba para conocimiento de las nuevas generaciones: se llamaba “Sombras recobradas”. Ese podría ser también el título de la muestra organizada por los archivos de la Comunidad de Madrid en las históricas instalaciones de la cervecera El Águila.
A esta exposición la han llamado “Los 20 del XX. Un garbeo por Madrid” y recoge una colección de instantáneas de la vida en aquella Capital, Villa y Corte de los años del chantecler, de los locos años en los que se comenzaba a gestar la guerra civil y en los que Madrid se abrió a la modernidad llegada del exterior y su paisaje urbano se transformó de forma radical en una metrópoli europea.
En aquellos días, la crónica negra destacó el incendio en el teatro Novedades; la faena en plena Gran Vía que el diestro “Fortuna” protagonizó frente a un toro que se había escapado de Carabanchel; el cajón llegado a Correos con un cadáver en piezas que había enviado desde la Ciudad Condal el asesino Ricardito ( así de cariñosamente mencionado por la prensa del momento); o el asesinato de Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros; el desastre de Annual y el golpe de Primo de Rivera.
El progreso no se olvidó de Madrid. El ayuntamiento estableció el voto de las mujeres mayores de 23 años para las elecciones municipales en 1924 y Victoria Kent fue la primera mujer admitida en el Colegio de Abogados.
Los niños de la inclusa, Celia Gámez y Raquel Meller, lo castizo y lo popular, los duelos para defender el honor de las ofensas recibidas, horchata, zarzaparrilla, agua de cebada, burbujas de champán, agua, azucarillos y aguardiente. Felices años 20 en Europa, pero inquietantes años en España, y en su capital, ya que las tensiones sociales y la dictadura (dictablanda) de Primo de Rivera dieron lugar a un enfrentamiento muy fuerte entre patronos y trabajadores, preparando el terreno para el desencuentro entre las dos Españas.
Las fotografías revelan distintos aspectos de la sociedad, la cultura, la economía y el sentir de aquellos madrileños, de nacimiento o de adopción, que con frecuencia se dividían entre quienes calzaban zapatos y quienes llevaban alpargatas. Si bien es cierto que no todos compartían la máxima de “De Madrid, al cielo…” , tampoco lo es menos que esta ciudad nunca consideró forastero a nadie que se estableciera en alguno de sus distritos.

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