Albufeira, paisaje andalusí con sabor lusitano

Fotos: Juan Girón Roger
La plaza está vacía. Es de noche. Hace fresco y llovizna. Media docena de camareros ociosos charla en el restaurante sin clientes. Resuenan las guitarras de Roger Waters y David Gilmour en el clásico “The wall” (ya saben, el muro de Pink Floyd) procedente de un pub con solo tres parroquianos. Es temporada baja en Albufeira (del árabe al-Buhera, la laguna), una de las “mecas” para el turismo británico en el Algarve (de Al-Gharb, el oeste en árabe) en la costa portuguesa: cantantes como Cliff Richard y Bonnie Tyler fijaron allí su residencia.
Aunque el negocio se resiente, el visitante tiene ahora la localidad casi para él solo. Algo más de 40.00 habitantes en temporada baja y más de 300.000 en temporada alta. Albufeira merece la pena y es recomendable desplazarse a esta ciudad sureña a 250 kilómetros de Lisboa en unas tres horas de tren o “autocarro” (autobús).
Los romanos la llamaron Baltum e hicieron de ella un importante centro de comercio de aceite y vino. La invasión árabe la convirtió en parte de Al-Andalus, con el nombre de Al Buhera. Fue Afonso III, rey de Portugal, quien la recuperó para su reino tras la Reconquista. En 1755, un gran terremoto destruyó la parte antigua del histórico centro pesquero y de comercio (el castillo, la iglesia de Santa Ana…)
A partir de los años 60 del pasado siglo, Albufeira se convirtió en un polo de atracción turística para británicos y también para el turismo local, con el consiguiente desarrollo de viviendas. Hoy llama la atención el complejo de la Marina de Albufeira, con edificios de colores que destacan sobre los yates varados a corta distancia. También algunas edificaciones que no llegaron a terminarse debido a la crisis y que hoy han quedado como territorio de “ocupas”.
No son " peniches" parisienses, pero sus propietarios también las alquilan como vivienda temporal.
Los azulejos forman parte del patrimonio cultural de los portugueses.
Inmensas playas de arena parda ( Praia dos Pescadores, Praia da Falésia , Praia da Galé ); rocas producto del capricho de la erosión milenaria; enormes gaviotas; una arquitectura exclusiva de la zona con casas blancas coronadas por chimeneas de apariencia arabesca (aunque la “chaminé algarvia”, símbolo del Algarve, se comenzó a fabricar en el siglo XVII, mucho después de la Reconquista lusitana que concluyó en esta parte de Portugal a mediados del siglo XIII); tranquilidad; iglesias con carácter; pasteles de nata y buen pescado. Esa podría ser la esencia de Albufeira, que conserva parte de sus antiguas murallas medievales sujetas por alambres y ofrece rincones pintorescos con sus casas blancas, sus tejados de diversos colores (el azul suele predominar) e incluso un " cementerio viejo" frente al mar ( al estilo del cementerio marino de Paul Valéry: “ Los muertos están bien bajo la tierra, que calienta y enjuta su misterio. Y arriba, sin moverse, el sol exacto en sí mismo se piensa y se conviene…” )
Estremecedora representación del tiempo con alas de vampiro que se lleva la vida de las personas.
El escritor finlandés Juha Ruusuvuori lleva viviendo entre Albufeira y una isla en tierras finesas desde hace 15 años. Se retira al sur portugués para concentrarse y escribir. Su último libro, “Conversaciones con la muerte” (“el más personal de la treintena que llevo escritos, ya que me he forzado a recorrer 200 años de la historia de mi país con distintas generaciones de mi propia familia” ) se publicará en breve.
Juha Ruusuvuori, en su tiempo como periodista, entrevistado por Marta San Miguel y fotografiado por Jorge Fernández en el diario "Pueblo" a comienzos de los 80 del pasado siglo.
Albufeira se encuentra diagonalmente al otro lado de Europa de mi tierra natal. Esta ciudad me atrae por el mar, por su orografía accidentada -yo vengo de tierras llanas- y elevada unos 20 metros por encima del océano”, explica Ruusuvuori, que nació en Oulu (Finlandia) y siempre ha practicado el principio de "carretera y manta", especialmente en sus días como periodista. “La mayor parte de mi trabajo literario ha sido escrito en esta casa de invierno, junto al radiador. La gente de Albufeira”, añade, “es sencilla, modesta, trabajadora, un poco escondida de la masa, y definitivamente diferente del carácter mediterráneo tan extrovertido frente a la discreción de los habitantes de estos parajes. Me recuerdan a la gente de los pueblos nórdicos, aunque la verdad es que aquí conducen más deprisa por las carreteras”.
Bem-vindos ao sul!

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