“Loving the alien”: soñando con invasores de otros mundos.

Fotos: Juan Girón Roger
Según el escritor Fredrick Brown, los extraterrestres podrían espiarnos, inmiscuirse en nuestras vidas y reírse de nosotros en nuestras propias narices. La exposición que se ha inaugurado hoy en #lacasaencendida (Fundación Montemadrid) plantea otra mirada al “alien” que todos hemos intuido alguna vez. La muestra nos adentra en la reflexión respecto a un ser extraño, un extranjero, un extraterrestre como algo que lleva milenios formando parte de nosotros mismos. “Loving the alien” (título de una canción de David Bowie) reúne los trabajos plásticos y fílmicos de un grupo de cuatro artistas: la noruega Sandra Mujinga, la germano-coreana Anne Duk Hee Jordan, la japonesa Mari Katayama y el danés Ovartaci.
"Possession #2429", de la artista nipona Mari Katayama.
La experiencia es inquietante. Nos reciben composiciones que recuerdan el entorno del Hospital Arkham de H. P. Lovecraft y una imaginería de pesadilla que también nos recuerda la mitología Cthulhu del escritor norteamericano. De fondo, una música que recuerda los temas más siniestros de Popol Vuh (aquel grupo alemán de “krautrock” que puso banda sonora musical a “Nosferatu” , “Fitzcarraldo” y “Aguirre o la cólera de Dios”, todas de Herzog).
A lo largos de tres salas, nos salen al encuentro criaturas que podrían haberse escapado de los archivos del incidente Roswell (el acaecido en 1947, cuando se cree que las autoridades norteamericanas recuperaron el cuerpo de un ser extraterrestre). ¿Futuro, mundos paralelos? Quién sabe.
La atmosfera que envuelve esta exposición está bien lograda. Nos hace comprender que no estamos solos, que no somos necesariamente el centro del universo. Y basta con que se le dedique a la muestra el tiempo necesario, sin dejarnos tentar por una visita apresurada, para experimentar una opresión amenazadora en nuestro espíritu.
Los artistas han rebuscado en lo más recóndito del bosque de sus mentes y nos ofrecen una visión descarnada de la realidad que ellos imaginan evidente:
Mari Katayama ha logrado trascender su realidad. La artista no vaciló en retratarse mostrando sus piernas prostéticas, en una simbiosis con imaginados seres de otra galaxia cuyos cuerpos gelatinosos y brazos tentaculares complementan su cuerpo.
Sandra Mujinga ha utilizado algodón, tela, acero, espuma y goma para montar sus composiciones “Reworlding remains” (el Reworlding –entendido como “una presencia activa de mirar al pasado para mirar hacia el futuro reconociendo el ahora eterno”- queda) y “Sentinels of change” (centinelas del cambio). En su conjunto nos ofrece la presencia de lo que podrían ser enormes extraterrestres junto a su nave espacial.
Ovartaci (1894-1985), nacido Louis Marcussen, fue muy expeditivo/a en vida: no dudó en cambiar de género automutilándose para extirparse el miembro viril. Desde su cuarto, en el hospital psiquiátrico danés de Risskov en el que viviría 56 años, se situó en los límites de la realidad. Realizó viajes metafóricos a otras dimensiones y exploró su género e identidad sin poner fronteras a su imaginación.
Dos cortometrajes, “Staying with the trouble” (permanecer con problemas,) y “La Grande Bouffe” (la gran comida, ambas de Anne Duk Hee Jordan) ponen el acento en la presencia (monstruosa) de insectos, batracios, plantas carnívoras, libélulas, gusanos, nudibranquios ( moluscos gasterópodos marinos) y otros seres que rivalizan en voracidad y aspecto sobrecogedor.
Son imágenes que nos hacen pensar en la mirada del otro, en la dualidad, en el otro lado del espejo, en una dimensión desconocida que podría -o no- existir de forma paralela a la nuestra. Junto al resto de la exposición, estas películas nos hacen comprender que, desde la aparición de la especie humana hace 200.000 años, el octavo pasajero viaja en el compartimento de al lado.

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