El rey del “Porno Chic”, en el puerto de A Coruña.

Vivió intensamente y rompió moldes. Un infarto lo sorprendió al volante de su Cadillac segundos antes de estrellarse contra un muro en la ciudad de Los Ángeles, en Sunset Boulevard, el bulevar de los sueños rotos. Helmut Newton, octogenario a quien su corazón ya le había dado algún aviso, se había convertido en una leyenda de la fotografía. Nacido en Berlín de una familia judía no practicante y nacionalizado australiano, descubrió la fotografía a los 12 años, cuando se hizo con una “Box Brownie", la cámara que Eastman Kodak anunciaba como “tan sencilla que hasta un escolar puede utilizarla”. Newton acabaría prefiriendo las Nikon y las Pentax, así como las Rolleiflex 2.8, aunque también usó las Polaroid para crear el boceto instantáneo de lo que sería el retrato o la composición final.
Estos días se puede visitar una interesante muestra de su trabajo (“Helmut Newton, Fact & Fiction,” organizada por la Fundación MOP y la Fundación Helmut Newton) en el puerto de A Coruña. Allí, sus instantáneas en blanco y negro encajaron a la perfección con el resplandor del cielo plomizo y lluvioso sobre el océano que fue la tónica de esta Semana Santa en aquella ciudad.
Se consideraba un “voyeur”, un mirón de aquellos cuerpos femeninos esculturales en poses dramáticas -en ocasiones, surrealistas-, eróticas y llenas de misterio que rendían homenaje al cine “Noir” de los años 40, el de los tipos duros que tenían que vérselas con despiadadas mujeres fatales, todo ello filmado en glorioso blanco y negro. Newton era daltónico e incapaz de distinguir el color azul del verde; por ello -y por el contexto narrativo que la imagen monocromática le ofrecía-, realizó buena parte de su producción en blanco y negro (las películas de Kodak Tri-X, TMax 100 y TMax 400 fueron sus caballos de batalla).
Sacó a las modelos del estudio y las llevó a localizaciones exteriores donde solía retratarlas con la luz ambiente disponible en cada momento, incluso al atardecer o en interiores con la ayuda de un pequeño flash de bolsillo. Las revistas “Vogue”, “Marie Claire”, “Stern”, “Elle”, “Playboy”, “Vanity Fair” se lo rifaban. Porque Helmut Newton lograba glamurosos retratos eróticos con mensaje, imágenes sugerentes que daban que pensar y resultaban más poderosas y memorables que las composiciones de chicas despampanantes al uso, de aquellas que a menudo adornaban el entorno laboral de los camioneros más rijosos.
Algunos identificaban a Newton con lo que se ha dado en llamar “Porno Chic”; otros lo bautizaron como “el rey de la depravación”. En una entrevista que concedió a la revista “Penthouse” comentó: “Odio el buen gusto. Lo asfixia todo” y afirmó: “Para mí, el erotismo esta en el rostro, no en los genitales. Afirmar que el erotismo es lo contrario del desnudo total es un viejo cliché, ¡y sin embargo es tan cierto!
Muy cotizado en las salas de subastas, en 2016 (12 años después de su fallecimiento), una de las fotos de Newton se vendió en el Sotheby’s neoyorquino por la friolera de 670.000 dólares americanos. Así como la misión de la Prensa siempre ha consistido en formar, informar y entretener, la de Newton no era otra que -en sus propias palabras- seducir, divertir y entretener.
Con su objetivo plasmó la imagen no sólo de provocativas modelos de sonrisa libidinosa y rotundas formas, sino también de una ecléctica variedad de algunos de los iconos del siglo XX como Sophia Loren, Leonardo DiCaprio, Madonna, Angelina Jolie, Isabella Rossellini, Margaret Thatcher, Jean-Marie Le Pen y hasta Salvador Dalí, quien ofreció a una conocida revista posar para una fotografía antes de morir siempre y cuando fuese Helmut Newton el que apretase el disparador de la cámara.

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