Panteón de París: la élite de los difuntos ilustres

Fotos: Juan Girón Roger.
Nada más lejos de mi ánimo que compartir con ustedes ningún catálogo de empesa de pompas fúnebres. No voy a hablarles del negocio de la inhumación en España, sino de un emplazamiento histórico en la capital francesa. Allí van a parar los restos de algunos de los franceses ilustres que significaron algo en el desarrollo del Hexágono. E incluso aquellos cuyos restos mortales nunca fueron hallados -caso del autor de "El Principito", Antoine de Saint-Exupéry, por ejemplo- también pueden tener su lugar en el Panteón. Este templo monumental para los difuntos ilustres se puede visitar al fondo de la calle Soufflot, en el corazón del Barrio Latino de París.
El huésped más reciente que han acogido ha sido la célebre cantante y bailarina norteamericana Josephine Baker ( en la foto de archivo de más abajo), que cantaba en francés y se dice que contribuyó a la Liberación de Francia del yugo de la ocupación alemana.
Pero según se accede al edificio que alberga a todos estos preclaros hombres y mujeres, llama la atención la decoración basada en dramáticas esculturas y la música sacra que suena mientras el famoso péndulo de Foucault,a quien Napoleón autorizó a instalarlo bajo la cúpula del Panteón, oscila en el centro de la nave para demostrar cómo funciona la rotación de la tierra. En una edificación donde la muerte serena e inmóvil rezuma por las paredes, el péndulo es lo único que oscila sin parar, colgado de una cinta anclada en lo alto de la cúpula de estilo renacentista que periódicamente se acciona a mano para evitar su detención al cabo de varias horas de movimiento ininterrumpido.
Más abajo se encuentra la cripta. Se accede a ella descendiendo por una escalera de caracol que nos lleva a las catacumbas del edificio. Allí nos aguardan las sepulturas de personalidades históricas que van desde Jean Moulin, jefe de la Resistencia francesa contra el invasor nazi, hasta Simone Weill, la filosofa, superviviente de Auschwitz, activista durante la Resistencia y la ministra de Sanidad del ejecutivo de Valéry Giscard d’Estaing que redactó la aprobación en Francia del aborto (interrupción voluntaria del embarazo) en 1975.
La cripta brinda al visitante una inquietante visión en la pared de la escalera que da acceso a las sepulturas: la urna que contiene el corazón de Léon Gambetta, fundador de la III República. En la entrada también podemos contemplar los túmulos funerarios de dos representantes del Siglo de las Luces que eran rivales entre sí: el filófoso ginebrino, adalid de la Ilustración europea, Jean-Jacques Rousseau (1714-1778), con la puerta de su sepultura ligeramente entornada, y el de Voltaire -escritor cuyo verdadero nombre era François-Marie Arouet- (1694-1778), a quien se debe el legado de sus ideas satíricas y críticas con la Iglesia católica.
La cripta del Panteón encierra años de historia y reconoce la contribución de esas personalidades al progreso de Francia: dignatarios del Imperio; escritores clásicos ( Victor Hugo, Emilio Zola y Alejandro Dumas); defensores de la igualdad y la integración ( el padre del socialismo francés, Jean Jaurès; el poeta del movimiento de la negritud, Aimé Césaire; Victor Schoelcher, que contribuyó activamente a abolir la esclavitud en Francia en 1848); grandes voces de la democracia en el comienzo de la Revolución, como Condorcet , Monge o el abad Grégoire, quien se opuso al guillotinamiento de Luis XVI en 1793 reclamando la abolición de la penal capital y también votó para que se aboliera la esclavitud en 1794; personas que demostraron valor y resistencia, tales como aquellos ciudadanos que ayudaron a los judíos durante la Segunda Guerra mundial, el jefe de la Resistencia Jean Moulin,el escritor y político André Malraux, el europeista Jean Monet, o René Cassin, que redactó la Declaración Universal de Derechos del Hombre y el Ciudadano de las Naciones Unidas en 1948; científicos como Marie y Pierre Curie, que recibieron el premio Nobel por sus descubrimientos acerca del radio, o Louis Braille, que inventó un a escritura para personas con deficiencias visuales, para terminar con Maurice Genevoix, autor de "Ceux de 14" ( Los del 14) y firme defensor de la armonía entre los hombres, y la artista Josephine Baker, a la que hemos mencionado antes, nacida en EEUU pero naturalizada francesa, estrella del Folies-Bergère -donde se hizo célebre por su "dance sauvage", baile salvaje, que danzaba semidesnuda con un tanga adornado con plátanos-, además de ser la primera actriz negra que protagonizó una película muda "La Sirena de los trópicos"( 1927); asimismo, desempeñó un papel importante en la Cruz Roja y apoyando a la Resistencia durante la Segunda Guerra mundial. Como dato curioso, Josephine Baker conoció a Georges Simenon, el autor de las novelas del comisario Maigret, y lo contrató como su secretario durante un tiempo.
El Panteón tuvo un origen de homenaje a Santa Genoveva, ya que el rey Luis XV se curó de una grave enfermendad encomendándose a la santa y por ello mandó construir una basílica en reconocimiento a la ayuda recibida, misión que encomendó al arquitecto neoclásico Jacques-Germain Soufflot (1713-1780), cuyos restos también reposan allí. La obra se acaba en 1790 y un año más tarde la basílica se transforma por decreto en un templo destinado a recibir el cuerpo de Mirabeau y de los grandes hombres de la nación: trasladan a su interior a Voltaire en 1791, a Rousseau y a Marat en 1794. El Panteón recupera su papel de iglesia dos veces durante el siglo XIV hasta que, en 1885, se convierte definitivamente en una edificación republicana por decisión de Napoléon, coincidiendo con los funerales del escritor Victor Hugo.
La iglesia original, cuyos terrenos fagocitó el Panteón, había sido mandada erigir en 507 en su forma inicial por el rey Clovis tras su conversión al cristianismo. Aun hoy se puede ver, a corta distancia del Panteón, el templo en que se convirtió esta capilla, que exhibe la tumba de Santa Genoveva en una urna junto al presbiterio de la iglesia.
Volviendo a la suntuosa edificación de la plaza del Panteón, de "pureza griega y ligereza gótica", en sus vitrinas es posible leer la declaración de Derechos Humanos de 1789 en su grafía original. Curiosamente, la mayor parte de sus preceptos fueron pisoteados durante el período llamado del Terror en 1793, cuando se emplearon métodos de terrorismo de Estado para aplastar a todo aquel que no comulgase con la Revolución: aquello se saldó con no menos de 40.000 muertos cuya ejecución en la guillotina fue el fruto amargo de los Tribunales Populares creados por el infame Robespierre. En 1794, los franceses también habían abolido la esclavitud, pero en 1802, Napoleón la restableció, con lo que no sería abolida del todo, incluyendo las colonias, hasta 1848. Haciendo una pequeña salvedad y sin entrar en controversias, la esclavitud de los pobladores de las colonia españolas en América, a los que se consideraba como ciudadanos españoles a todos los efectos, fue prohibida por las Leyes de Burgos de 1512. Los esclavos africanos, sin embargo, tendrían que esperar hasta 1880.
Al salir del edificio del Panteón, dejamos atrás su peristilo, claramente inspirado en la monumentalidad del Panteón de Roma. Su frontón se modificó cuatro veces a lo argo de la historia, y el que se se ve ahora data de 1837, obra de David d´Angers: "La Patria distribuyendo sus recompensas". Tres destinos -el Panteón, los Inválidos y el cementerio de Père Lachaise- se reparten la mayoría de las personas ilustres que eligieron la "Ciudad Luz" como última parada de un intenso viaje por la vida.

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