El día que le dieron la puntilla al diario "Pueblo"

Hoy, 17 de mayo, se conmemora una bochornosa efeméride. Tal día como hoy, hace 39 años, la rotativa imprimía el último número de “Pueblo”, histórico diario de la tarde, de difusión nacional. Se ejecutaba así la sentencia estipulada en un decreto, firmado por el ministro socialista Javier Solana, con el que ponía fin a los llamados “Medios de Comunicación Social del Estado”, herederos de la extinta Cadena del Movimiento (aunque "Pueblo" no pertenecía a ese grupo, sino que nació como el periódico de los Sindicatos Verticales). Había que dar cerrojazo a los medios que no ofrecían una clara rentabilidad financiera y eran de titularidad estatal. Bien mirado, Radiocadena Española también lo era y, sin embargo, resultó integrada en RTVE. Radio Nacional y el ente donde se insertaba, RTVE, también pertenecían al Estado y no daban beneficios. Igual que la agencia EFE. Todos ellos se financiaban con los impuestos de todos los españoles; pero aquellas plataformas informativas se dejaron de lado, a salvo de la quema, como, según algunos, instrumento útil o como, según otros, efectiva herramienta de adoctrinamiento de masas con la que llegar a todos los hogares con el contenido que se desease en cada momento. Y, como es natural, todo sufragado por el sufrido contribuyente.
El 17 de mayo de 1984 fue un día aciago para la redacción de aquel mítico diario vespertino que, hasta entonces, había sobrevivido a toda suerte de avatares políticos.
Se había desatado la rumorología -algunos pronósticos eran pesimistas; otros, esperanzadores-; pero se nos dijo que mantuviésemos el trabajo como de costumbre, que a media tarde nos llamarían para comunicarnos qué decidía el Gobierno respecto al porvenir del periódico. Así lo hicimos. Quedaba algo de optimismo, ya que no se había dictado un veredicto claro respecto al futuro del rotativo. El ritmo en la redacción, las entregas, la maquetación y la edición siguieron su curso habitual. En mi caso, firmé dos reportajes que entregué en el tiempo estipulado, antes de la hora de cierre de la edición, que se realizaba entre las siete y las ocho de la tarde.
El ministro Solana llamó por teléfono al director José Antonio Gurriarán y apagó cualquier atisbo de esperanza. Era el final.
Gurriarán, el último director de "Pueblo", convocó a la plantilla y nos comunicó la decisión tomada por el Consejo de Ministros. La suerte estaba echada. Y no lo decía Julio César al cruzar el Rubicón. Lo pensábamos todos, de pie, al borde del abismo, en un compartido clamor enmudecido por la pesadumbre. Porque, para un periodista, perder su periódico es como para un marino ver hundirse su barco.
Poco después de la una de la madrugada, se ponía en marcha la rotativa y ésta escupía el primer periódico de la que sería última y final edición de “Pueblo”. Parada y fin de trayecto. Aplaudimos los que estábamos allí y vi algunos ojos humedecidos, como los del subdirector Marlasca, en mangas de camisa, blanca en contraste con el futuro de aquella aventura, blandiendo un ejemplar del periódico condenado, con una expresión de honda tristeza marcada en las profundas arrugas de su rostro. Así terminaba la andadura informativa de “Pueblo”. El último en salir que apague la luz.
"Yo acababa de regresar de un viaje de trabajo dos o tres días antes, así que estuve en la redacción aquella tarde -recuerda el corresponsal de guerra Vicente Talon, que ya en 1958 había publicado su primer artículo en "Pueblo", como colaborador, sobre el primer vuelo de un civil en un reactor militar T-33 y que, tras formar parte de la plantilla de El Correo Español-El Pueblo Vasco en 1961, ingresaría en la nómina del diario de la madrileña calle Huertas en 1966-. Gurriarán nos reunió y nos dijo que lo habían llamado para anunciarle que aquél era el último periódico que publicábamos. La gente estaba aterrada, porque veía desmoronarse sus años de servicio, sus vidas cotidianas, sus sueldos... yo, que había estado caminando por la casa de campo aquella mañana, empecé a lanzar berridos. ´¡Cobardes, que sois unos cobardes!´, dije. Me comentaron más tarde algunos compañeros que había sido muy valiente, pero la verdad es que, sin mujer, sin hijos y propietario de una empresa -la revista Defensa- que tiraba como un cañón, yo no tenía nada que perder".
Vicente Talon, corresponsal de guerra y enviado especial del diario "Pueblo" durante 18 años.
¿Qué significó la desaparición del diario "Pueblo"? "El director del periódico -explica Talon- siempre fue Emilio Romero; los que vinieron detrás eran otra cosa. Cuando los socialistas llegaron al poder, fue el comienzo del fin. El ´Pueblo´ que desaparece tiene poco que ver con el de toda la vida. Ya se salía por la mañana, dejando el periódico de ser vespertino, y así, ¿cómo íbamos a competir con otros rotativos como ´El País´? Nuestro diario había sido muy audaz; tuvimos la primera mujer fotógrafa, Juanita Biarnés, y la primera corresponsal, Josefina Carabias. Editábamos dos cuadernillos y había gente que sólo leía uno de ellos: el primero, con los editoriales, los grandes reportajes y las crónicas de los corresponsales, y el segundo, con fútbol, sucesos, crucigramas, horóscopo y la foto de la guapa del día. Estaba muy bien estructurado".
¿Cómo entender el cierre, cuando el periódico estaba fuera del plan de reestructuración y venta de los Medios de Comunicación Social del Estado, y cuando otros medios informativos de titularidad estatal, todos deficitarios, han seguido en pie hasta nuestros días: RNE, RTVE, EFE...? "No lo sé -comenta Vicente Talon-. Se dice que el dueño de un poderoso medio competidor, muy en sintonía con los socialistas, exigió el cierre para librarse de la competencia que suponíamos a través de la publicidad que ´Pueblo´ tuvo hasta el final y la venta en quiosco y a suscriptores. No olvidemos que ´Pueblo´ llegó a tener un millón de ejemplares de difusión. El patrimonio de ´Pueblo´ se lo llevaron UGT y el PSOE; y el importantísimo archivo de fotos se lo repartieron la Fundación Largo Caballero y la Fundación Pablo Iglesias. Todo fue depredado".
Este curtido corresponsal de tantos conflictos en todo el mundo rememora que Emilio Romero estaba harto de que le impusieran gente del régimen en su periódico y, quizá por ello, en cierta ocasión, junto a unos empresarios que ponían el capital, proyectó hacer de " Informaciones" el gran diario de la tarde. Romero pensaba dejar "Pueblo" y emprender aquella ambiciosa aventura periodística ( como haría años más tarde, lanzando iniciativas periodísticas como "La Jaula" y "El Imparcial"). "Pero el director recibió una llamada telefónica ´de muy arriba´:´Emilio, lo hace muy bien. Siga ahí. Buenas noches´. Y tuvo que abandonar su proyecto. Eso sí, puso en práctica un plan severo para exigir que todos aquellos que le habían sido impuestos realizasen un trabajo especifico y se ganaran el sueldo. La mayoría acabó dimitiendo. Y hasta se descubrió a un antiguo chófer, condecorado por sus hazañas con la División Azul en Rusia, que había estado 43 años, cobrando cada mes, sin ir al periódico salvo para ver a Dalia, que era la cajera que entregaba los sobres con el sueldo", recuerda Vicente Talon.
Con todo, "´Pueblo´ fue una magnífica escuela de periodistas; al salir de la Escuela Oficial de Periodismo o de la Facultad de Ciencias de la Información, se tenían conocimientos, pero faltaba la práctica. Allí se aprendía y además había buen ambiente", concluye el escritor y periodista valenciano.
Última columna de Raúl del Pozo en el diario.
"Pueblo" navegó muchos años, sorteando con éxito los vaivenes de la política. A partir de la Transición, con cada nuevo gobierno, el periódico cambiaba de signo, aunque la plantilla del diario se mantenía, con su ideario político indiscutido, si bien un tanto escorado hacia el grupo que estuviera en el poder en el Gobierno de turno. Incluso en los tiempos de Franco, se publicaron artículos críticos con el régimen. Cuando UCD o el PSOE ocuparon respectivamente la Moncloa, el comité de empresa con las distintas tendencias representadas y la intervención de Presidencia del Gobierno en los contenidos (al menos en los últimos tiempos, bajo Felipe González, se les consultaba cada tarde antes de dar el visto bueno final a la publicación) hacían más difícil alejarse de la "pureza de ideas" imperante en cada momento. "Pueblo" tenía, con todo, sus lectores fieles y aquel periódico se esforzaba por arañar un mayor número de suscripciones mediante un contenido diferenciado.
Pablo Torres, periodista que ascendió en el escalafón de "Pueblo" desde su trabajo como ascensorista del diario en febrero de 1969 hasta, ya acabada la carrera de Periodismo, llegar a la sección de Sucesos, consiguió muchos trabajos de relumbrón, aunque el que más brilló fue su entrevista exclusiva con "El Lute" en el presidio de Cartagena, con fotos de Miguel Garrote."El diario Pueblo", explica, "no tenía cabida en la recuperada democracia. Pero es cierto que las razones que dieron los psoístas para su cierre son repugnantes. Si los criterios para mantener un medio de comunicación eran económicos, lo normal es que se hubieran llevado por delante la RTVE. Pero no podían prescindir de un medio de comunicación tan poderoso como la televisión, una televisión estatal sin competencia de las privadas. Por tanto, hubo discriminación: no querían un periódico de origen franquista, con una Redacción heterogénea en la que se malsoportaban muchos redactores".
Pablo Torres, en la actualidad.
Mi experiencia en aquel diario no fue muy prolongada en años, pero sí resultó considerablemente intensa por el entusiasmo y energía derrochados en aquella redacción.
Yo había llegado a "Pueblo" en enero de 1983, después de haber trabajado entre 1978 y 1980 en “El Imparcial”, un periódico que había fundado Emilio Romero, el director que le dio la fama al diario de la calle de las Huertas de Madrid. En “El Imparcial”, tuve la oportunidad de coincidir con muchos antiguos periodistas de "Pueblo" y había aprendido la forma de trabajar de aquellos profesionales en el Cierre, en Sucesos, en Reportajes y en Internacional: Juan Pla, Jesús María Amilibia, Valentín González , Mery Carvajal, Raúl Cancio, Julio Merino, Fernando Latorre de Félez, César de Navascués, Miguel Ors, Antonio Domínguez Olano, el padre Antonio Aradillas, José Aurelio Valdeón, y Rafael Martínez ( Marty), entre otros. Pero el sino no siempre nos era propicio a los periodistas; en aquellos días, los hados de muchos medios de comunicación no se mostraban favorables para conservar tu puesto de trabajo si ejercías en una redacción tu "oficio de tinieblas" (quizá el más antiguo del mundo, lejos de mí la idea de relegar a la prostitución a un puesto más rezagado de la lista). En esa línea, Domingo López, dueño del Banco de Valladolid y del periódico "El Imparcial", había cerrado el rotativo dejando a su plantilla en el paro y sin cobrar el dinero atrasado que se le adeudaba, unos números rojos que habían ido creciendo mientras manteníamos fielmente nuestras obligaciones laborales con la vana esperanza de que no nos cerrasen aquel diario cuyo lema era "La verdad, aunque duela". Pero nuestros esfuerzos no sirvieron de nada. Tras ese amargo cierre, trabajé como colaborador fijo durante un año, cubriendo Sucesos y temas de Internacional, en el diario “Informaciones”, sito en el mismo edificio que había ocupado la redacción de “El Imparcial”, y donde ya había colaborado en los días en que su redacción se encontraba en la madrileña calle de San Roque.
Alguien me dijo que estaban ofreciendo unas plazas de redactor interino en el diario “Pueblo”, y, como en aquellos días yo estaba trabajando básicamente como freelance, me apresuré a llamar por teléfono para confirmarlo y presenté la solicitud el mismo día. Tuve la suerte de ser convocado, junto a un par de centenares de candidatos, un sábado por la mañana en la redacción de aquel célebre vespertino.
Foto: redfundamentos.com.
Como había exceso de solicitudes y escasos puestos que cubrir, nos hicieron una serie de pruebas eliminatorias: de idiomas, de conocimiento de la actualidad, de redacción y se nos dio un tiempo cerrado para salir a la calle y buscar una noticia, redactarla y entregarla al redactor jefe. Elegí el Museo del Ejército, que no estaba lejos, y pude obtener y registrar con una grabadora de cassettes diversas informaciones y testimonios que apuntaban a fallos en la custodia y mantenimiento de algunas de las obras allí almacenadas y no expuestas. Volví al periódico a toda prisa. Visualicé un momento en mi cabeza el guión de la historia que iba a escribir y me planteé la estructura, el titular, la entradilla y hasta los ladillos, ya que sabía que las tachaduras y los borrones no quedaban bien sobre la página mecanografiada. Hice repiquetear las teclas de la Hispano Olivetti como una ametralladora y tuve cuidado para no romper la hoja de papel al extraerla del rodillo de un tirón seco al concluir el trabajo. Y entregué el original antes de la hora tope que nos habían dado.
La última columna de Arturo Pérez Reverte en "Pueblo".
Nos hicieron esperar lo que quedaba de la tarde. Mientras, leía los textos de las pruebas y deliberaba un jurado que incluía, entre otros, a Arturo Pérez Reverte (jefe de reporteros), Javier Martínez Reverte (subdirector y ex corresponsal en París), y a Manuel Marlasca Cosme (otro de sus subdirectores). A última hora de la tarde, nos convocaron a los finalistas. Me pidieron que pasara al despacho de José Antonio Gurriarán, director del diario, que había tenido la desgracia de ser noticia por sufrir el estallido de una bomba colocada por un grupo de terroristas armenios en Madrid mientras llamaba desde una cabina telefónica al diario para advertirles de una explosión previa. "El Gurri" -como le llamaban amistosamente en la redacción- me felicitó y dijo que había sacado el número uno entre todos los candidatos, con lo que una de las escasas plazas de redactor interino (en mi caso, sustituyendo a Antonio Casado, que ya estaba fijo en RNE) era para mí. Me pidió que eligiera dónde quería trabajar. Como reportero que siempre fui, le propuse unirme al grupo de Pérez Reverte, una sección a la que el resto de compañeros no tardó en tildar como “D´artacán y los Mosqueperros”, por una popular serie de dibujos animados protagonizada por canes mosqueteros que daban en la tele de la época.
Parte de la sección de reporteros, con Pérez Reverte de espaldas y a la izquierda, Juan Manuel Golf que era el director de relaciones exteriores del diario.
La despedida de Javier Figuero, subdirector, del diario.
Entraba a trabajar al diario a las 8:00 u 8:30 de la mañana y no terminaba hasta las 23:00 o medianoche. Pero era feliz. Ya saben aquello de que, si eliges la profesión que más te guste, ya no tendrás que trabajar nunca más ( pues tu ocupación no será trabajo, sino ocio). A veces, me llamaban el domingo para investigar algún tema e iba a la redacción encantado. El trabajo era de lunes a sábado, pero se podía ir el domingo y entonces te daban una gratificación, por lo que solía haber bofetadas entre la gente más joven y sin obligaciones familiares para trabajar en el periódico el “Día del Señor”.
Entrevistando a Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz, y al dirigente venezolano Carlos Andrés Pérez (ambas fotos de Rafael Martínez).
Comunicado del PCE, repercusiones en otros partidos ( Manuel Fraga, jefe de la oposición, resalta lo inaudito de la decisión del gobierno al estar este periódico "fuera de la normativa de privatización") y despedida del periodista Felipe Navarro, "Yale".
Pronto me encargaron del Tema del Día (segunda y tercera páginas, con llamada en portada) y de muchos otros reportajes que iban surgiendo : por ejemplo, “scoops” (exclusivas) que conseguía destapar tirando de mi voluminoso cuaderno de contactos que tenía tapas de hule azul o temas derivados de la más rabiosa actualidad que surgían tras el consejo de redacción de cada día e incluso de las charlas organizadas por el Club Pueblo; recuerdo que una tarde, sentado junto a Jesús Hermida, que también había sido redactor de “Pueblo”, y participaba en una charla del citado Club Pueblo, vi cómo escribía en su libreta: “Bienaventurados los que nada esperan, porque no serán defraudados”. Un visionario, sin duda.
Sobre estas líneas, los dos últimos reportajes que publiqué en el número en el que "Pueblo" concluía abruptamente su larga andadura en los quioscos y daba por finalizado su compromiso con sus lectores.
Inicialmente, nuestros reportajes se componían mediante el plomo de la tipografía, pero algunos de ellos se empezaron a componer mediante offset, procedimiento más moderno que se iba abriendo paso. A los redactores de la sección de Reporteros, Arturo Pérez Reverte nos decían que tal o cual reportaje se compondría en offset para que considerásemos esta distinción con cierto orgullo. Debo admitir que en lo personal, hablar idiomas me vino bien, ya que en cuanto venía algún personaje extranjero, me lo encargaban a mí. También tuve suerte de levantar buen número de exclusivas que se convertían en seriales de varios capítulos (por ejemplo, el escándalo sexual de la Embajada de Emiratos Árabes en Madrid, el paradero de las memorias de Franco, etc.) y merecían un cartel aparte que se exhibía en los quioscos de periódico anunciando el reportaje de investigación.
Algunas entrevistas: el mítico actor de películas de terror Vincent Price ( foto de Rafael Martínez), el embajador de Irán y el embajador de Iraq durante la contienda que enfrentó a ambos países y con unos representantes del partido Tudeh iraní que estaba en la clandestinidad (foto de Leo).
El diario “Pueblo” se hallaba situado junto al Ministerio de Sanidad, antiguos Sindicatos verticales del período franquista. Entrabas por la planta baja, fichabas en una maquinita y te introducías con cuidado en el Paternóster de madera, un montacargas que nunca paraba en ninguna planta y volvía a dar la vuelta al llegar al último piso, por lo que tenías que estar atento para entrar y salir de él en la planta a la que fueras justo cuando el nivel de ambos suelos coincidía. Alguien me dijo que había un Paternóster igual en el Parlamento de un país escandinavo.
El ambiente en el diario era muy profesional, ya que la inmensa mayoría de sus redactores gráficos y literarios se afanaba por sacar adelante el tema que les hubiera tocado en suerte en el consejo de redacción. Y también era muy ruidoso. El martilleo de las máquinas de escribir (aquellas mastodónticas Hispano-Olivetti), las voces excesivamente sonoras de los compañeros que discutían entre ellos o hablaban por teléfono. No me olvido de tantas veces que estuve persiguiendo a alguna fuente, de cuyo testimonio dependía el cierre a tiempo de un reportaje, y cuando por fin lograba hablar con la persona desde mi teléfono fijo –no había móviles-, el ruido ambiente del diario era tan intenso que yo sudaba para enterarme de lo que me decía el interlocutor al otro lado de la línea. Eso te daba una sensación de desesperada impotencia, ya que cerrar la puerta de “la pecera” de reporteros no eliminaba el ruido y además no podías mandar callar a aquel ejército de sabuesos vociferantes de distintas áreas del periódico. Quedaba el consuelo de que gran parte de la actividad del reportero se llevaba a cabo en la calle.
"Tomando declaración" a Plácido Domingo, Julio Iglesias y Miguel Ríos (fotos de Rafael Martínez).
Un detalle curioso del diario es que parecía estar permanentemente "de puertas abiertas” al público. Allí llegaba cualquiera a venderte bisutería, medias, relojes o a contarte que Satanás le dictaba el texto de las cuartillas que cada noche rellenaba en su casa. Un hombre de recursos, Paco “el pata”, nos ayudaba cuando hacía falta. Y también contábamos con el inestimable apoyo de Matías, siempre dispuesto a echarte una mano y permanentemente vestido de negro impoluto, que controlaba la centralita telefónica y poseía una agenda enciclopédica. La sección de reporteros disfrutaba de un amplio cubículo o "pecera" que permitía que todo el equipo de sentase en la misma zona.
Pero, ¿eran los profesionales de “Pueblo” lo más granado del barrio o acaso, lo peor de cada casa? Había de todo, como en botica. La redacción era variopinta y podías encontrar periodistas formales que hacían su trabajo luchando contra el reloj para poder entregar su texto a tiempo para el cierre del reportaje ( lo habitual era a eso de las 20:00) y los había más jacarandosos. Me viene a la memoria un fotógrafo que te echaba mano a la entrepierna, te estrujaba el escroto y te decía “Estás pálido; eso es que hoy no has follado.” Y si alguien aparecía mejor vestido de lo habitual o con traje nuevo, tenía que escuchar lindezas como “¡Qué elegante vienes! ¿Se casan tus padres?”.
En ocasiones, también se perdían claras oportunidades informativas. Como cuando conseguí apalabrar -y no fue fácil- una entrevista exclusiva en el valle de la Bekaa, en Líbano, con el lugarteniente de Abu Nidal, líder de una organización radical palestina de las más radicales, enemiga jurada de Occidente; pues bien, cuando propuse el tema, uno de los subdirectores del diario - el director estaba de viaje- me paró los pies en seco, adelantándome que el periódico no iba a pagar los gastos de ese desplazamiento al Líbano y que les pidiera a los fedayines palestinos que me lo sufragasen ellos... lo intenté, pero no aceptaron y aquel reportaje nunca se llegó a escribir.
Javier Figuero, uno de los subdirectores del diario; quien esto escribe y Eduardo Serra, Secretario de Estado de Defensa (Foto: Jorge Fernández).
Había rivalidades, diferencias personales, como en todas las empresas. Pero, en su inmensa mayoría, la plantilla estaba formada por buena gente y mejores profesionales. Una mezcla compuesta mayoritariamente por periodistas con ganas de sacar adelante un buen producto informativo y una minoría que se había convertido en funcionaria en ejercicio y se les caía el lápiz de los dedos en cuanto el reloj marcaba la hora de salida. Debo decir con total honestidad, siempre hablando de mi experiencia personal, que yo nunca vi a ningún compañero de aquella redacción tratar de ponerme la zancadilla o pisarme un tema. Había tajo para todos.Y además, al día siguiente, los colegas te felicitaban por tu reportaje recién publicado. "¡Muy bueno lo tuyo!", solían decir, sin envidias y con franqueza.
La actualidad de aquellos años me llevó a cubrir bastantes temas de atentados terroristas de ETA (foto: Rafael Martínez).
Conocí a grandes profesionales allí, aunque es posible que el tiempo transcurrido me haya hecho olvidar más de un nombre y, además, por desgracia, algunos de ellos nos han ido dejando: Vicente Talon –eterno corresponsal de guerra, de memoria prodigiosa y saber enciclopédico, al cual me une además una buena amistad desde entonces-; Javier Aguado –jefe de Economía que llegó a dirigir la comunicación de la Fundación Central Hispano-; Raúl del Pozo –cuya columna diaria estaba ilustrada con una foto suya del tiempo de “las mocedades de El Cid” y que una vez me dedicó parte de su célebre artículo en términos muy elogiosos: "¡Hoy Raúl te ha hecho padre!", me dijeron los compañeros en aquella ocasión- ; Manuel Marlasca Cosme –que más tarde dirigiría Antena Tres y con quien me encontré por casualidad en Lyon y cenando juntos, rememoramos los viejos tiempos varios años después del fin de "Pueblo"- ; Javier Martínez Reverte –escritor famoso por sus relatos africanos-; José Antonio Gurriarán –su último director-; José Ramón Zabala; Javier Figuero –otro de sus varios subdirectores-; Vicente Romero -corresponsal volante y gran conocedor del Séptimo Arte que tenía en sus casa una impresionante colección de películas-; Mercedes Jansa; José María Morillo; Julio Camarero, corresponsal en Nueva York que nos visitaba de vez en cuando; Antonio Echarri –de la sección de Sucesos, que dirigiría la comunicación del gigante informático americano IBM en España-; Julia Navarro –hija de Yale, hoy consumada autora literaria-; Paco Minaya, otro sabueso de fino olfato de la sección de Sucesos; Adrián Guerra; Carlos Castro; Manuel Molés –especialista en toros, pero quizás no en puntillas y descabellos como el que aplicaría el gobierno al periódico-; Eduardo García Rico –jefe de Cultura y crítico teatral, escritor, persona muy cordial, hombre muy leído y de extensa experiencia en medios de izquierda-; Carmelo Cerezo, antiguo legionario condecorado por sus hazañas en campaña;Rosa Villacastín –que se especializaría en el aspecto “People” o de prensa rosa-; Arturo Pérez Reverte –hoy escritor de éxito y académico de la Lengua, y mi jefe directo entonces-; Pablo Torres –un sagaz periodista todoterreno, muy eficaz en sus indagaciones para Sucesos, que recorrió prácticamente todos los escalafones en el diario, excepto los de la jefatura, desde su ingreso en el periódico-, que actualmente finaliza un libro que trata de reflejar la realidad de aquel mítico medio de comunicación, con el título de "Memorias del diario Pueblo. Periodismo de trincheras", no de oídas, sino de primera mano, a través de su vivencia personal y de la de un amplio grupo de periodistas que formamos parte de aquella plantilla; Vasco Cardoso; Juan Manuel Menéndez Andaluz –de la sección de Deportes, también buen amigo, con quien solía comer muchas veces en el desaparecido restaurante "El Martínez", junto al diario, y con quien coincidiría, tras el cierre del periódico, en la redacción de una revista de seguridad vial-; Pepe Costa San José –crítico cinematográfico y novelista premiado a quien, por cierto, se la tenía jurada Paul Naschy/Jacinto Molina, el actor español que interpretó en el cine al hombre lobo en los años 70 y 80, después de que Pepe comparase su caracterización de licántropo con el peludo Chewbacca de la “Guerra de las Galaxias”-; el excelente maquetador Pepe Asensi; los dibujantes Ramón, Molleda, Martinmorales y Jesús Zulet; los fotógrafos quienes, con su aportación visual, convertían un buen texto ( y a veces, hasta un simple pie de foto) en una pieza destacada, como Rafael Martínez, Miguel Garrote, Leo, Jesús Navarro, Jorge Fernández, Mariano Franco, Luis Zazo y José Rubio.
En la sección de reporteros, coincidí con cinco jóvenes plumas femeninas: Isabel Vaquero –que se dedicaría a la prensa de moda-; Patricia Nieto;Silvia Solís –que llevaría la comunicación del Centro para el Desarrollo Tecnológico e Industrial (CDTI) años más tarde-; Marta San Miguel y Aurora Álvarez Guillén, además de compañeros como Juan Ramón Lucas –que luego trabajaría en radio y en televisión-, Javier González, gran reportero especialista en Internacional y Miguel Ángel Sánchez –que recalaría en el diario "Levante"-, entre otros.
Con -de izquierda a derecha- un servidor y Arturo Pérez Reverte, las chicas de la sección de reporteros del diario "Pueblo": Isabel Vaquero, Patricia Nieto, Silvia Solís, Marta San Miguel y Aurora Álvarez Guillén.
Entrevistando a Xavier Cugat, un catalán universal que hizo las Américas y hasta llegó a trabajar para la mafia y más tarde en Hollywood, y a Mario Moreno, "Cantinflas"(foto de Rafael Martínez).
El día que “Pueblo” salía por última vez a los quioscos, escribía Emilio Romero en el diario “Ya” :
[Gurriarán] ”recibía una mala herencia, pero el clima del periódico era también el que se correspondía con otra situación del poder: en este caso, con el socialismo. Los periódicos solamente se acreditan en nuestro tiempo si los lectores advierten dosis de independencia (...) [Pueblo] Ha tenido más de medio siglo de existencia y ha jugado papeles decisivos en los episodios nacionales, en la defensa de una sociedad moderna y en el amor a la libertad.
Al día siguiente, el diario “ABC” publicaba otra columna, con la firma de Eduardo García Rico, también compañero de “Pueblo” :
El de ayer fue un día doblemente doloroso –escribía García Rico-. Una voz enmudecía para siempre y uno de los sartrianos caminos de la libertad se cegaba. Decenas de profesionales perdíamos la cotidiana posibilidad de usar la palabra, de informar a los demás de las cosas que pasan, analizándolas, criticándolas, y la imagen de la realidad se empobrecía sin remedio Sin la voz del periódico, se nos ahogaba la propia voz, la cual, por muy modesto que fuera su tono, añadía al concierto de todos un acento insustituible”.
Con el juez de instrucción que levantó el cadáver del salvaje asesinato de la calle Moratín de Madrid, en 1984 (Foto: Jesús Navarro).
Hoy, la colección de los archivos digitalizados de “Pueblo” o no existe o no está al alcance de quien desee consultarla. La sede del periódico de la calle Huertas, 73 alberga actualmente al Centro Económico y Social. Ya no hay Paternóster en el edificio ni tampoco se conservan aquellos tubos neumáticos que permitían enviar textos a la sala de rotativas ("la NASA", como la llamábamos entonces) y a otras plantas del periódico. De la fachada del edificio, ya se han borrado las señales de las letras del logo de “Pueblo” que fueron despegadas de la misma, huellas que se siguieron vislumbrando medio difuminadas durante algunos años después. Ya saben que cuando se produce un gazapo o error en un diario, a menudo se le echa la culpa al "duende de la imprenta". Si les soy franco, dudo mucho que ni tan siquiera haya quedado duende, trasgo o aparecido alguno en el subsuelo de aquel edificio de ladrillo.
Foto: redfundamentos.com
Fue el arquitecto Rafael Aburto quien, en 1959, diseñó la edificación de "Pueblo" en sintonía con corrientes modernas como el de la SAS de Arne Jacobsen. Años después del cierre del diario, ya entrados en 1992, se procedió a una fallida restauración que sustituyó la fachada original y se llevó por delante los restos que quedaban de la genialidad arquitectónica original. Se hacía así un poco más de leña del árbol caído.
Cuando se trataba de relanzar el diario, cuando el cierre no era sino una amenaza improbable y se mantenía la ilusión y el espíritu de redoblar esfuerzos para captar más publicidad y lectores, se prepararon unas pegatinas publicitarias que se exhibían en los puntos de venta. Estos adhesivos incluían el eslógan “Pueblo madruga”. Y mostraban un quiosco con los ejemplares del periódico recién salidos de la rotativa. Fue el dibujante Martinmorales quien describió la ejecución irremediable la tarde en que ésta nos fue confirmada: “A Pueblo, lo madrugaron.”
Descanse en paz.

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