La magia de la "fotografía minutera": ¡Atención al pajarito!

Fotos: Juan Girón Roger.
Ejerce un oficio para el recuerdo, una profesión ennoblecida con el certificado de "vintage", de antigua. Este donostiarra afincado en Santiago de Compostela -"yo me quedo donde me siento bien", dice-, tras años de aprendizaje que inició en las aulas universitarias extremeñas y más tarde sobre el terreno, en las calles de Madrid, ciudad donde le salieron los colmillos del oficio y logró descubrir los secretos del "fotógrafo minutero". Es ésta una actividad tradicional que se remonta al siglo XIX, cuando en plazas y parques, se retrataba al paseante o a sus familias enfrente de todo el mundo, llevando a cabo el revelado, positivado, secado y entrega de copias en un tiempo récord, a la vista de la gente, lo que podía atraer nuevos clientes, interesados en inmortalizar un momento de sus vidas en una foto de papel.Supuso además una cierta democratización de la fotografía, hasta entonces reservada a las clases más pudientes de la sociedad
Karlos Desela se gana la vida con esta ocupación de un tiempo ya casi olvidado. Él mismo fabricó de forma artesanal la cámara fotográfica dentro de un cajón de madera, donde la pieza más importante es la lente, que combina las funciones de cámara, ampliadora y laboratorio químico. Y, ni que decir tiene, no hay nada digital en el proceso, todo es analógico, y -al decir de muchos- mágico, precisamente por eso. "Yo me considero autodidacta,porque todo lo voy aprendidendo paso a paso", explica Desela. "Mi cámara minutera está dotada de una lente Carl Zeiss Jena de 180 milímetros, de increíble nitidez.Porque lo que marca la diferencia en este tipo de cámaras es la lente".
Desde que coloca al viandante convertido en modelo ocasional delante de su cámara de madera, el proceso completo dura en torno a ocho minutos, en los que Karlos Desela manipula los negativos -que guarda, por si el cliente desea alguna otra vez hacerse con una copia del retrato-, con las manos en el interior de una cortina de tela negra. Luego, pasa la copia en papel al líquido revelador y más tarde, la cuelga con una pinza del paraguas que adorna su equipo fotográfico -además,un paraguas nunca sobra en Santiago- y, una vez seca, entrega la fotografía al satisfecho cliente que se admira en la imagen en blanco y negro recién tomada.
Desela ofrece al cliente dos posibles formatos: 13x18 centímetros ( 10 euros, la foto) y 18x24 centímetros ( 15 euros, la copia). "Trabajo con el negativo en brillo y con el positivo, en tono satinado. Utilizo papel ortocromático", indica. "Y lo más habitual es que opte por la pose clásica y me guardo de decirle a la gente qué expresión debe poner ante la cámara, ya que ésta debe ser natural, la expresión de esa persona. La obturación es un momento crítico: es de un segundo, pero yo puedo llegar a tres. Y es en ese momento cuando el cliente podría pestañear o moverse, con lo que la foto no saldría bien".
Karlos Desela recuerda la tensión que vivió cuando fotografió al Premio Nacional de Fotografía de 1999, Alberto García-Alix."En este oficio, hay dos referentes a escala nacional, Pascual Millares y Santiago Nicolás Núñez", comenta.
"Lo que más me gusta de este trabajo", confiesa, " es el contacto con la gente, la inmediatez y trabajar al aire libre. Mis modelos preferidos son las familias, ya que en esas fotos se siente el apego entre ellos y es cuando la imagen adquiere el significado de recuerdo imperecedero para esas personas".

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