Iglesia de la Magdalena: primera sede sevillana del Santo Oficio.

Fotos: Juan Girón Roger.
Fue el prior del convento dominico de San Pablo (actual iglesia de la Magdalena) en Sevilla, Fray Alonso de Ojeda, quien compartió con la reina Isabel de Castilla un hecho preocupante para las costumbres de aquellos años: buen número de conversos seguían apegados al judaísmo y practicaban sus ritos en la intimidad de sus casas. Eran los llamados criptojudíos, o judíos escondidos. Semejante acusación fue refrendada por el Gran Inquisidor Fray Tomás de Torquemada y por el Cardenal Mendoza. En torno a esos comentarios se tejía una maraña de infundios tales como que los criptojudíos (conocidos como “marranos”) profanaban los sacramentos a semejanza de los brujos en las misas negras, y que asesinaban ritualmente a los niños que raptaban. Nada de eso se podía probar, pero como consecuencia de tales calumnias, en 1481 nace en el convento de San Pablo el Tribunal de la Santa Inquisición sevillano, con el delator Alonso de Ojeda convertido en inquisidor y oficiante del primer auto de fe que se celebra en la ciudad.
Torquemada.
Alonso de Ojeda le puso mucho entusiasmo a su empresa, y pronto ya no se daba abasto en el convento de San Pablo. Demasiadas personas interrogadas, sometidas a tortura, encerradas en calabozos, sujetas a escarnio público o, si la suerte no les había sonreído en una mueca postrera, a la pena capital. El exceso de la demanda llevó a dotar de mayores recursos a esa misión por lo que se trasladó el centro de la Inquisición hispalense al Castillo de San Jorge, una fortificación almohade que estaba abandonada junto al puente de barcas que separaba Sevilla de Triana. El castillo se convertiría en sede de la Inquisición Española en 1481, y funcionaría como prisión del Santo Oficio hasta 1626 debido al deterioro de sus muros por las crecidas del Guadalquivir.
San Fernando entrando en Sevilla.
La actual iglesia de la Magdalena tiene visible en su cúpula de entrada, desde la calle San Pablo, el símbolo del Santo Oficio (una cruz verde con una rama de olivo -representa la clemencia- a su izquierda y una espada -símbolo de la justicia- a su derecha) rodeada por la frase “Exurge Domine et Judica Causam Tuam” (“Levántate, oh, Señor, y defiende tu causa”). El escudo inquisitorial también está grabado en los candelabros junto a la talla de Santa María Magdalena del altar mayor de la parroquia del mismo nombre. Y se puede contemplar el auto de fe de Diego López Duro que murió en la hoguera por judaizante en 1703, en un óleo pintado entre 1709 y 1715 por Lucas Valdés, que rememora los prolegómenos de aquella ejecución en una imagen apta para todos los públicos (bajo estas líneas).
Hay quien dice que se construyeron pasadizos subterráneos que unían el convento de San Pablo (donde también fue consagrado Obispo de Chiapas el controvertido Fray Bartolomé de las Casas, y que hoy acoge la iglesia de la Magdalena) con el castillo de San Jorge, pasadizos siniestros que, de ser verdad, habrán vivido una página poco memorable de la historia europea. Y es que pocos recuerdan que la Inquisición había nacido en Francia durante el siglo XII por mandato del Papa Lucio III para aplastar la herejía cátara en el sur del país vecino, mucho antes que en España, que no la estableció hasta finales del siglo XV).

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