Es la "muerte dulce": aunque no la veas llegar, te quita la vida.
Foto de apertura, por cortesía de peter-fly de Unsplash. La muerte por asfixia debida al brasero o el hornillo con que muchos ancianos se calentaban en invierno dejó de sorprender a los lectores de las páginas de sucesos. Nada que ver con la idea de " niño muerde perro " ( en lugar del previsible " perro muerde a niño "). Leer estas tragedias se volvió tan habitual y omnipresente en invierno como los muñecos de nieve con nariz de zanahoria. Pero por muy frecuentes que fueran los casos, la evidencia seguía ahí, implacable, como el elefante en la habitación al que todos pretenden ignorar: inhalar el monóxido de carbono expedido por la leña o el carbón que arden en estos utensilios para generar calor puede provocar en pocos minutos un fallo cardiovascular, y éste suele terminar en fallecimiento. Así de fácil, así de peligroso. Esos hornillos y esos recipientes con brasas situados bajo una mesa camilla, a poco que estén obstruidos o en espacios mal ventilados, dese